Copacabana: nuestra puerta abierta a Bolivia.

Pasar la frontera de Perú a Bolivia por Copacabana es un trayecto hermoso. Pampas llanísimas donde se mezclan los ocres y verdes de las tierras del altiplano, y un azul limpio que asoma liviano desde las lagunas.

El primer pueblo donde descansamos es Copacabana, que nada tiene que ver con la tropical ciudad brasileña. Copacabana es un pueblito tranquilo, que ha sabido retener a las gentes de paso y ahora crece en vertical, con altos hoteles de ladrillo que pretenden reflejarse en las orillas del gran Lago Titicaca. Copacabana tiene dos almas y dos colores de piel, la indígena morena y huidiza de faldas tupidas de colores que desborda el centro desde la Catedral mudéjar hasta el Mercado con sus puestos de frutas, truchas y abarrotes, la blanca que se asienta tranquila a esperar al viajero al borde de la carretera y con los ojos puestos en el Lago que atrae el dinero. Copacabana ha sabido mezclar costumbres y turismo. Por ejemplo, se venera con devoción a la Virgen de Copacabana, que todavía alimenta peregrinaciones; y existen comunidades antiguas como los Samiñawuas, que viven en sus islas flotantes de totora, o los que residen en la árida Isla del Sol.

Sin embargo, los Samiñawuas hoy en día, ya cobran un pase por visitarlos y sus vivas y alegres danzas para favorecer la pesca, son innecesarias, pues sus truchas son de piscifactoría. Y qué decir de los habitantes de la Isla del Sol que han construido una especie de autopista de piedra que cruza la Isla de norte a sur por la que canalizan a todos los visitantes, y a los que asaltan después en varios tramos para exigirles una tasa o peaje.

Ocurre, como tantas otras veces, que a lo idílico del paisaje, has de restar el efecto negativo causado por la avaricia del hombre.

Rajol.

1 comentarios:

Lestapissier dijo...

condorito era chileno...y no existe!!! a nosotros ya nos basta con crear a Mafalda,Patoruzú e Isidoro cañones!!! que mas quieren???