LEYENDAS DE LA ETNIA KATANG. Savannakhet (LAOS)
(Transcrito por Somxay)
La cueva del sarcófago.
En mitad del bosque, a unos pocos kms de la aldea de Vongsikeo, se encuentra una cueva casi oculta por la maleza formada por enormes rocas. Sobre ella, a unos 5 metros del suelo, todavía se halla un cubículo lleno de huesos, huesos humanos de un tamaño formidable. Se cuenta que hace cientos de años, en aquellas tierras habitaba un Rey, un Rey colosal tan alto y fuerte como los árboles del bosque, sus piernas eran fornidas como troncos, sus brazos largos como ramas. Era justo y bueno con todos. Cuando este buen Rey murió, depositaron su cuerpo inerte en una canasta hecha de hojas secas y la hicieron colgar del árbol más alto del lugar. Al poco tiempo, los insectos del bosque -los espíritus- lo desposeyeron de piel y carne, dejando intactos los huesos. Las gentes del lugar, con un profundo respeto, depositaron estos huesos sagrados en un sarcófago de roca, todavía hoy, oculto en la caverna.
Los espíritus del oro.
Durante la guerra de EEUU contra Vietnam, Laos se vio gravemente perjudicado y fue objetivo de dramáticos bombardeos. Las gentes del lugar, asustadas, quisieron esconder sus pequeñas riquezas, y acordaron entre todos reunir su oro y construir la estupa Praom en Thailandia, al otro lado del Mekong a buen recaudo. Así, barcas y barcas de bambú cargadas de oro, cruzaron el rio para hacerlo llegar a la estupa. Llegó el día en que el oro fue suficiente y la estupa fue culminada, pero el oro todavía seguía llegando y quedó a la espera en la orilla del Xebanghieng. Todos quedaron sin saber qué hacer, pues era una ofrenda y no podía ser devuelta. Se resolvió entre todos esconderlo secretamente bajo las rocas donde debía permanecer intocable. A los pocos meses, un soldado curioso rebuscó y encontró el oro sagrado, pero al caer la tarde fue hallado muerto, su cabeza cortada. Tanto mismo le sucedió a un aldeano. Cuentan las gentes de Yang que desde entonces, el oro está protegido por los espíritus del bosque y el rio, y, de vez en cuando una voz tentadora, entre la penumbra de la noche, susurra : -¿Quién quiere el oro?-, -¿quién busca el oro?- Y aquel que se apresura a decir –¡Yo!- muere irremediablemente.
El Valle del rinoceronte y la serpiente.
Cuenta la gente mayor del lugar, que hace miles de años en estos bosques no habitaban personas, sino únicamente Dios y los animales. Un buen día Dios quiso reunir a todos los animales en el Valle de los kasang y ofrecerles un banquete de rica comida, y para ello les otorgó el poder de volar para que pudieran desplazarse hasta el lugar elegido. Todos llegaron y comieron el delicioso banquete, pero la serpiente y el rinoceronte se quedaron absortos en el cielo, disfrutando del vuelo y olvidaron comer. Después de horas de diversión, descubrieron aterrados que el banquete sagrado había finalizado, sabiendo que cuando la comida acababa, los animales perdían el don de volar. Así, cayeron ambos del cielo petrificados al instante. Desde entonces se puede ver en el Valle una roca gigantesca tallada en forma de rinoceronte y otra de serpiente, mirando hacia el cielo en actitud suplicante.
(Transcrito por Somxay)
La cueva del sarcófago.
En mitad del bosque, a unos pocos kms de la aldea de Vongsikeo, se encuentra una cueva casi oculta por la maleza formada por enormes rocas. Sobre ella, a unos 5 metros del suelo, todavía se halla un cubículo lleno de huesos, huesos humanos de un tamaño formidable. Se cuenta que hace cientos de años, en aquellas tierras habitaba un Rey, un Rey colosal tan alto y fuerte como los árboles del bosque, sus piernas eran fornidas como troncos, sus brazos largos como ramas. Era justo y bueno con todos. Cuando este buen Rey murió, depositaron su cuerpo inerte en una canasta hecha de hojas secas y la hicieron colgar del árbol más alto del lugar. Al poco tiempo, los insectos del bosque -los espíritus- lo desposeyeron de piel y carne, dejando intactos los huesos. Las gentes del lugar, con un profundo respeto, depositaron estos huesos sagrados en un sarcófago de roca, todavía hoy, oculto en la caverna.
Los espíritus del oro.
Durante la guerra de EEUU contra Vietnam, Laos se vio gravemente perjudicado y fue objetivo de dramáticos bombardeos. Las gentes del lugar, asustadas, quisieron esconder sus pequeñas riquezas, y acordaron entre todos reunir su oro y construir la estupa Praom en Thailandia, al otro lado del Mekong a buen recaudo. Así, barcas y barcas de bambú cargadas de oro, cruzaron el rio para hacerlo llegar a la estupa. Llegó el día en que el oro fue suficiente y la estupa fue culminada, pero el oro todavía seguía llegando y quedó a la espera en la orilla del Xebanghieng. Todos quedaron sin saber qué hacer, pues era una ofrenda y no podía ser devuelta. Se resolvió entre todos esconderlo secretamente bajo las rocas donde debía permanecer intocable. A los pocos meses, un soldado curioso rebuscó y encontró el oro sagrado, pero al caer la tarde fue hallado muerto, su cabeza cortada. Tanto mismo le sucedió a un aldeano. Cuentan las gentes de Yang que desde entonces, el oro está protegido por los espíritus del bosque y el rio, y, de vez en cuando una voz tentadora, entre la penumbra de la noche, susurra : -¿Quién quiere el oro?-, -¿quién busca el oro?- Y aquel que se apresura a decir –¡Yo!- muere irremediablemente.
El Valle del rinoceronte y la serpiente.
Cuenta la gente mayor del lugar, que hace miles de años en estos bosques no habitaban personas, sino únicamente Dios y los animales. Un buen día Dios quiso reunir a todos los animales en el Valle de los kasang y ofrecerles un banquete de rica comida, y para ello les otorgó el poder de volar para que pudieran desplazarse hasta el lugar elegido. Todos llegaron y comieron el delicioso banquete, pero la serpiente y el rinoceronte se quedaron absortos en el cielo, disfrutando del vuelo y olvidaron comer. Después de horas de diversión, descubrieron aterrados que el banquete sagrado había finalizado, sabiendo que cuando la comida acababa, los animales perdían el don de volar. Así, cayeron ambos del cielo petrificados al instante. Desde entonces se puede ver en el Valle una roca gigantesca tallada en forma de rinoceronte y otra de serpiente, mirando hacia el cielo en actitud suplicante.
LEYENDAS DEL CERRO RICO. MINAS DE POTOSÍ.
(Transcripción de J.Antonio Ferrufino)
PRIMERA HISTORIA.
Por allá el año 1.955, un joven minero heredó la mina del padre muerto. Desde entonces, sin descanso, explotó la mina por seis meses con todos sus días, pero sin resultado, nunca encontraba nada, y su duro trabajo era en vano. Desesperado, pensó en ir a buscar al Diablo para rogarle encontrar algo de mineral, así que se introdujo en las profundidades y así le habló, quejoso: - Tío, acá abajo llevo harto tiempo, mis manos sangran, y tengo la espalda quebrada por el esfuerzo, pero nunca he recibido nada-. –¿Capaz serías de venderme tu alma por un filón de plata pura?- le preguntó el Tío, con voz cavernosa. El joven, entonces, sintió temor. Recordó cómo las gentes contaban que aquel que miraba al Diablo a los ojos, nunca más se le volvía a ver. Así que, para ganar tiempo, pidió tembloroso al Diablo sellar su pacto por escrito. El diablo se distrajo quebrando la pared de piedra de la cueva para hacer un pergamino, y buscando unos carboncillos con que escribir. En ese mismo momento, el joven huyó rápidamente y consiguió escapar, salvando la vida. Al siguiente viernes, el joven, después de picar su veta, encontró un gran filón de plata, el filón más grande que nunca había imaginado. Conmovido, volvió donde el Tío y le ofrendó alegre coca y alcohol, agradecido. Cuando volvió al paraje para poder extraerlo, toda la pared se volcó sepultando por siempre al joven. Así, cuenta la leyenda que el Diablo es bueno con quien cree en él, pero malvado con quien intenta burlarse de él.
(Transcripción de J.Antonio Ferrufino)
PRIMERA HISTORIA.
Por allá el año 1.955, un joven minero heredó la mina del padre muerto. Desde entonces, sin descanso, explotó la mina por seis meses con todos sus días, pero sin resultado, nunca encontraba nada, y su duro trabajo era en vano. Desesperado, pensó en ir a buscar al Diablo para rogarle encontrar algo de mineral, así que se introdujo en las profundidades y así le habló, quejoso: - Tío, acá abajo llevo harto tiempo, mis manos sangran, y tengo la espalda quebrada por el esfuerzo, pero nunca he recibido nada-. –¿Capaz serías de venderme tu alma por un filón de plata pura?- le preguntó el Tío, con voz cavernosa. El joven, entonces, sintió temor. Recordó cómo las gentes contaban que aquel que miraba al Diablo a los ojos, nunca más se le volvía a ver. Así que, para ganar tiempo, pidió tembloroso al Diablo sellar su pacto por escrito. El diablo se distrajo quebrando la pared de piedra de la cueva para hacer un pergamino, y buscando unos carboncillos con que escribir. En ese mismo momento, el joven huyó rápidamente y consiguió escapar, salvando la vida. Al siguiente viernes, el joven, después de picar su veta, encontró un gran filón de plata, el filón más grande que nunca había imaginado. Conmovido, volvió donde el Tío y le ofrendó alegre coca y alcohol, agradecido. Cuando volvió al paraje para poder extraerlo, toda la pared se volcó sepultando por siempre al joven. Así, cuenta la leyenda que el Diablo es bueno con quien cree en él, pero malvado con quien intenta burlarse de él.
SEGUNDA HISTORIA.
La cholita Juana estaba cansada del comportamiento de su marido cuando volvía de la mina. Todo lo gastaba en alcohol, y cada vez con más frecuencia, regresaba harto borracho atemorizando a golpes la vida de Juana y sus hijos. Su vida era un calvario, así que un día desesperada, se armó de valor y decidió entrar a la mina para intentar cambiar su suerte. Le ofrendó al Tío abundante coca, alcohol y cigarrillos. Y así le habló: - Tío, te entrego todo esto para que me ayudes, para pedirte un gran favor.- El Tió se paró y la escuchó. – Mi marido es malo, vuelve siempre borracho, nos pega, ¡nuestra vida es un infierno! Ayúdame a deshacerme de él. ¡Quiero que lo transformes en toro!- El Tío entonces, rió, y le contestó: –Esto que me pides, mujer, es muy fácil para mí.- la miró con curiosidad divertido y continuó: –Así va a ser, pero para ello tienes que seguir mis indicaciones al pie de la letra.- Ella se sentó y escuchó atentamente. Y el Tío le ordenó que se desnudara. Ella le miró sorprendida. – ¡Desnúdate mujer! Si quieres convertirlo en toro ¡¡hemos de empezar poniéndole los cuernos!! – Rió el Tío.
ORIGEN DEL SALAR DE UYUNI. (Transcripción de Carlos. Uyuni)
Hace miles de años el volcán Tunupa era una mujer realmente bella. Se paseaba por toda la región levantando la admiración de los hombres. Era tan bella que todos los cerros la pretendían. Pero sobre todo, 4 habían que peleaban por su amor. Eran los volcanes Cusco, Kosuña, Sillillica y el Siyajiway.
Cusco, después de mucho rondar, la conquistó y tuvieron un hijo. Aún después de tener al bebé, Tunupa, seguía siendo bellísima y esto provocaba amargas peleas entre ella y el Cusco, pues seguía siendo pretendida por los demás volcanes.
Tan fuertes fueron sus discusiones, que Tunupa dolida, decidió huir hacia el desierto abandonando a Cusco y a su pequeño bebé. Se dice, entonces que sus pechos se llenaron de leche hasta no poder más, y llegó un momento que los vertió tristemente por el valle cubriéndolo de una capa blanquísima y profunda, dando así origen al Salar.
EL LAGO TITICACA: -El origen del pueblo Inca-.
Había una vez un valle muy fértil rodeado de montañas altísimas. Ese valle estaba ubicado en el territorio que hoy ocupa el norte de Bolivia y el sur del Perú. Los hombres que allí habitaban vivían felices y sin preocupaciones. Los Apus, dioses de las montañas, les procuraban todo lo que necesitaban, desde alimento hasta abrigo. Además los protegían de todos los peligros y angustias. Los Apus habían puesto todos estos bienes a disposición de los hombres con una sola condición: Que ningún hombre debía escalar jamás la montaña donde ardía el fuego sagrado.
Los hombres siempre habían obedecido el mandato de sus dioses protectores, pero un día, el diablo, molesto de ver tanta paz y tranquilidad, comenzó a instigar a los hombres para que compitieran entre ellos para averiguar quién de ellos era el más valiente. La muestra de coraje consistía en desafiar a los dioses. Un día, los hombres decidieron escalar la montaña donde ardía el fuego sagrado, pero los Apus los sorprendieron a mitad de camino. Al ver que los hombres habían desobedecido su mandato decidieron exterminarlos. Bajo la orden de los dioses, cientos de pumas que poblaban la montaña del fuego sagrado salieron de sus cuevas y comenzaron a devorarlos. Los hombres pidieron ayuda al diablo, pero este los ignoró porque ya había logrado lo que pretendía.
Había una vez un valle muy fértil rodeado de montañas altísimas. Ese valle estaba ubicado en el territorio que hoy ocupa el norte de Bolivia y el sur del Perú. Los hombres que allí habitaban vivían felices y sin preocupaciones. Los Apus, dioses de las montañas, les procuraban todo lo que necesitaban, desde alimento hasta abrigo. Además los protegían de todos los peligros y angustias. Los Apus habían puesto todos estos bienes a disposición de los hombres con una sola condición: Que ningún hombre debía escalar jamás la montaña donde ardía el fuego sagrado.
Los hombres siempre habían obedecido el mandato de sus dioses protectores, pero un día, el diablo, molesto de ver tanta paz y tranquilidad, comenzó a instigar a los hombres para que compitieran entre ellos para averiguar quién de ellos era el más valiente. La muestra de coraje consistía en desafiar a los dioses. Un día, los hombres decidieron escalar la montaña donde ardía el fuego sagrado, pero los Apus los sorprendieron a mitad de camino. Al ver que los hombres habían desobedecido su mandato decidieron exterminarlos. Bajo la orden de los dioses, cientos de pumas que poblaban la montaña del fuego sagrado salieron de sus cuevas y comenzaron a devorarlos. Los hombres pidieron ayuda al diablo, pero este los ignoró porque ya había logrado lo que pretendía.
Desde lo alto del cielo, Inti, dios del Sol contemplaba la masacre con tristeza. Tanto era su dolor que lloró amargamente durante cuarenta días. Tan profundo fue su llanto que sus lágrimas inundaron el valle por completo. Todos los hombres murieron salvo un hombre y una mujer que estaban en una barca de juncos. Cuando el sol volvió a brillar vieron que se encontraban navegando sobre un lago enorme. Y sobre las aguas del lago podían verse los pumas ahogados transformados en estatuas de piedra. Esta pareja llamó al lago Titicaca que significa el lago de los Pumas de Piedra.
Así, Manco Capac y Mama Ocllo salieron de las espumas del Lago Titicaca, y avanzaron hacia el norte, siendo la primera pareja de pobladores sagrados de la tierra, los primeros incas que se establecen en ella. El rey Sol les dio un cetro de oro que les serviría para encontrar el lugar ideal para la fundación del Imperio, pues en él se hundiría el bastón hasta desaparecer. Manco Capac se dedicó a fecundar la tierra con el bastón de oro, y haciendo crecer las nuevas plantas, iba creando beneficios para la raza de los pobres mortales, para quienes también iba dando forma a los ríos y arroyos, hacía brotar árboles y pastos y construía ricas habitaciones en las que pudieran vivir con decencia. Mientras, Mama Ocllo se dedicaba a hacer su gran tarea, ya que era ella quien iba enseñando a las mujeres las artes e industrias que les permitieran sacar todo el provecho posible a las riquezas que su hermano producía. Así, llegaron hasta Cuzco, seguidos por las gentes, donde fundaron el imperio inca e implantaron en él el culto al sol.
Esta leyenda ha llegado hasta nuestros días gracias al cronista mestizo Inca Garcilaso de la Vega.
LA NIÑA Y EL CÓNDOR. (AREQUIPA)
El pequeño cóndor fue arrancado del nido de un altísimo risco cuando sus plumas todavía eran de seda fina. Se le recortó el curvado pico, se le pulieron los afilados espolones y se le recortaron las alas para prohibirle volar. Sus ojos vivos se convirtieron en dos pozos negros sin fondo. Se le amarró una cuerda fina y áspera a las garras, y se le ató cruelmente a la frágil muñeca de una niña de trenzas negrísimas y estrecha cintura.
Durante años, esa niña cargaba el cóndor y su dulce tristeza hasta la plaza de la aldea, vestida con amplias faldas de colores, corpiño bordado y ricas chalinas. Vestida de forma exquisita, pero con los pies desnudos, asombraba día tras día, a un gentío apabullado de frívolos turistas que se arremolinaban alrededor de ella en la plaza y que le soltaban más bien pocas y raídas monedas. Allá había de lucir al cóndor preso. Formaban una extraña y lánguida pareja. La niña sonreía con ojos que anunciaban lágrimas, y a cada parpadeo de largas pestañas, el cóndor atado desplegaba y batía sus enormes alas.
Poco a poco el latir del cóndor se confundió con el de la niña. Y sus sentimientos se encontraron. Un día el cóndor miró a la niña con sus ojos de pozo sin fondo y le preguntó: - ¿Quieres ser libre?- La niña asintió sin miedo, y alzó valientemente su mano presa hacia el cielo. El cóndor entonces desplegó lentamente sus poderosas alas y empezó a ascender levantando sin apenas esfuerzo, el cuerpecito frágil de la niña. La niña cerró los ojos al sentirse flotar. Al cóndor le brillaron más que nunca. Y levantó el vuelo, alcanzando primero las cumbres de las montañas, después las nubes, superándolas. Y, pidiendo permiso al apu de la gran montaña nevada, se perdió en el cielo por siempre jamás.
LA LEYENDA DEL PERRO NEGRO DEL MANDANGO. – VILCABAMBA –
Allá, en lo más alto de la irregular cumbre del Mandango se dice que, en algunas noches, se vislumbran misteriosas luces. Además, corre el rumor que vaga en eterna vigilancia un perro negro de terroríficas dimensiones, atento siempre a ahuyentar a todo aquel ser ambicioso que ose acercarse a la cumbre para rastrear el oro, que se dice que abunda en aquella zona, y que el pueblo ha salvaguardado durante largos siglos…
CUENTOS DE LA LAGUNA QUILOTOA. (transcripción de Ernesto Jácome)
**Cuento del ORIGEN de la Laguna:
Antiguamente Quilotoa era una hacienda. Una hacienda donde no había agua. En el Ecuador pues hay una técnica para obtener agua, que consiste en juntar el sambo (verdecito tipo pelota que crece en la zona tropical), piedras de sal, y la lana de la llama. Todo esto se humedece, se entierra, y esto produce agua. El dueño de la hacienda pues hizo la estrategia, mezclando las 3 partes, y poco a poco, fue saliendo el agua, y ésta fue aumentando, aumentando, ..hasta que cubrió la hacienda, la tapó por completo, hasta el mismito límite del cráter. Pasado esto, los comuneros llamaron a un cura para hacer una Santa Misa, y éste votó una piedrita de oro que se sumergió hasta el fondo de la laguna. Y por todo esto la laguna tiene el agua salada, y por esto, tiene ese color verde del sambo, y por esto, destellitos de oro en su fondo.
**Cuento del NOMBRE de la Laguna:
Antiguamente en Quilotoa había mucha fauna, corzos, conejos, y había una chica. La chica siempre salía a pastar el borrego por aquí, y el Cóndor que volaba por el cielo, siempre la veía. Al Cóndor le gustaba esa chica, y la quería como compañera, así tal cual el hombre a la mujer. Era un cóndor mensajero y andaba, andaba, tan enamorado de la chica que en una de esas, a casa de padre y madre sólo llegan los dos perros de la chica con los borreguitos, sin la chica. Y toda la gente se puso a buscar en las quebradas, en las rocas, sin encontrarla, hasta que llegaron al Huayna Pichu, roca con muchos quebrados, y allí estaba la chica, se cuenta que el Cóndor se la llevó. La chica se llamaba Toa, princesa Toa, y en quechua, “quiro” significa diente, así Quirotoa, es el diente/s de la princesa Toa. Quirota, derivó en Quilota por la derivación que hicieron, posteriormente, los españoles.
**Cuento de la MAMA HATABA –flora y fauna de Quilotoa-:
En Quilotoa no había agua potable, pero sí había un cerrito con una cueva, llamada Mama Hataba. Mama Hataba era una mujer muy grande, muy grande, enorme, con un sombrero puesto, con chalena rosada, sombrero blanco, falda negra (por eso así visten de forma típica las mujeres de aquí), y sin zapatos, siempre andaba descalza. Tremenda grande siempre andaba por aquí, dando la vuelta, y andaba llamando a todos los animales de las montaña, -vengan, vengan..!- y los juntaba: al puerco, al cuí, lobos, lagartijas, sapos, … los llamaba desde el mediodía hasta bien tarde, a todos los animales. Esto lo sabe el hombre con más coraje que se fue a ver. De pronto que Mama Hataba se enamora de Imbabura, que es hombre, (como el Cotopaxi, o el Tungurahua), pues aquí es obvio que los volcanes se enamoran. Una noche tremendo problema aquí en el volcán, de repente aquí los volcanes tienen “un ruido”, y es porque los cerros cuando mezquinan a una chica, se pelean, hacen bulla entre ellos, por celos, violentos celos entre cerros. Pues Mama Hataba se enamora de Imbabura, y se fue para allá, con toda su flora y fauna, por eso, la laguna no tiene animales, toda su riqueza se la llevó el Imbabura. No tenemos lagartijas, ni sapos, ni ambatos, por ahorita no hay nada, toda la riqueza se la llevó para allá. Ay! si se hubiese casado con Cotopaxi, tal vez, tal vez, el 50% hubiéramos recuperado, pero como era parte lejana, todo se perdió, y por eso, los cerros no tienen nada de naturaleza.
El pequeño cóndor fue arrancado del nido de un altísimo risco cuando sus plumas todavía eran de seda fina. Se le recortó el curvado pico, se le pulieron los afilados espolones y se le recortaron las alas para prohibirle volar. Sus ojos vivos se convirtieron en dos pozos negros sin fondo. Se le amarró una cuerda fina y áspera a las garras, y se le ató cruelmente a la frágil muñeca de una niña de trenzas negrísimas y estrecha cintura.
Durante años, esa niña cargaba el cóndor y su dulce tristeza hasta la plaza de la aldea, vestida con amplias faldas de colores, corpiño bordado y ricas chalinas. Vestida de forma exquisita, pero con los pies desnudos, asombraba día tras día, a un gentío apabullado de frívolos turistas que se arremolinaban alrededor de ella en la plaza y que le soltaban más bien pocas y raídas monedas. Allá había de lucir al cóndor preso. Formaban una extraña y lánguida pareja. La niña sonreía con ojos que anunciaban lágrimas, y a cada parpadeo de largas pestañas, el cóndor atado desplegaba y batía sus enormes alas.
Poco a poco el latir del cóndor se confundió con el de la niña. Y sus sentimientos se encontraron. Un día el cóndor miró a la niña con sus ojos de pozo sin fondo y le preguntó: - ¿Quieres ser libre?- La niña asintió sin miedo, y alzó valientemente su mano presa hacia el cielo. El cóndor entonces desplegó lentamente sus poderosas alas y empezó a ascender levantando sin apenas esfuerzo, el cuerpecito frágil de la niña. La niña cerró los ojos al sentirse flotar. Al cóndor le brillaron más que nunca. Y levantó el vuelo, alcanzando primero las cumbres de las montañas, después las nubes, superándolas. Y, pidiendo permiso al apu de la gran montaña nevada, se perdió en el cielo por siempre jamás.
LA LEYENDA DEL PERRO NEGRO DEL MANDANGO. – VILCABAMBA –
Allá, en lo más alto de la irregular cumbre del Mandango se dice que, en algunas noches, se vislumbran misteriosas luces. Además, corre el rumor que vaga en eterna vigilancia un perro negro de terroríficas dimensiones, atento siempre a ahuyentar a todo aquel ser ambicioso que ose acercarse a la cumbre para rastrear el oro, que se dice que abunda en aquella zona, y que el pueblo ha salvaguardado durante largos siglos…
CUENTOS DE LA LAGUNA QUILOTOA. (transcripción de Ernesto Jácome)
**Cuento del ORIGEN de la Laguna:
Antiguamente Quilotoa era una hacienda. Una hacienda donde no había agua. En el Ecuador pues hay una técnica para obtener agua, que consiste en juntar el sambo (verdecito tipo pelota que crece en la zona tropical), piedras de sal, y la lana de la llama. Todo esto se humedece, se entierra, y esto produce agua. El dueño de la hacienda pues hizo la estrategia, mezclando las 3 partes, y poco a poco, fue saliendo el agua, y ésta fue aumentando, aumentando, ..hasta que cubrió la hacienda, la tapó por completo, hasta el mismito límite del cráter. Pasado esto, los comuneros llamaron a un cura para hacer una Santa Misa, y éste votó una piedrita de oro que se sumergió hasta el fondo de la laguna. Y por todo esto la laguna tiene el agua salada, y por esto, tiene ese color verde del sambo, y por esto, destellitos de oro en su fondo.
**Cuento del NOMBRE de la Laguna:
Antiguamente en Quilotoa había mucha fauna, corzos, conejos, y había una chica. La chica siempre salía a pastar el borrego por aquí, y el Cóndor que volaba por el cielo, siempre la veía. Al Cóndor le gustaba esa chica, y la quería como compañera, así tal cual el hombre a la mujer. Era un cóndor mensajero y andaba, andaba, tan enamorado de la chica que en una de esas, a casa de padre y madre sólo llegan los dos perros de la chica con los borreguitos, sin la chica. Y toda la gente se puso a buscar en las quebradas, en las rocas, sin encontrarla, hasta que llegaron al Huayna Pichu, roca con muchos quebrados, y allí estaba la chica, se cuenta que el Cóndor se la llevó. La chica se llamaba Toa, princesa Toa, y en quechua, “quiro” significa diente, así Quirotoa, es el diente/s de la princesa Toa. Quirota, derivó en Quilota por la derivación que hicieron, posteriormente, los españoles.
**Cuento de la MAMA HATABA –flora y fauna de Quilotoa-:
En Quilotoa no había agua potable, pero sí había un cerrito con una cueva, llamada Mama Hataba. Mama Hataba era una mujer muy grande, muy grande, enorme, con un sombrero puesto, con chalena rosada, sombrero blanco, falda negra (por eso así visten de forma típica las mujeres de aquí), y sin zapatos, siempre andaba descalza. Tremenda grande siempre andaba por aquí, dando la vuelta, y andaba llamando a todos los animales de las montaña, -vengan, vengan..!- y los juntaba: al puerco, al cuí, lobos, lagartijas, sapos, … los llamaba desde el mediodía hasta bien tarde, a todos los animales. Esto lo sabe el hombre con más coraje que se fue a ver. De pronto que Mama Hataba se enamora de Imbabura, que es hombre, (como el Cotopaxi, o el Tungurahua), pues aquí es obvio que los volcanes se enamoran. Una noche tremendo problema aquí en el volcán, de repente aquí los volcanes tienen “un ruido”, y es porque los cerros cuando mezquinan a una chica, se pelean, hacen bulla entre ellos, por celos, violentos celos entre cerros. Pues Mama Hataba se enamora de Imbabura, y se fue para allá, con toda su flora y fauna, por eso, la laguna no tiene animales, toda su riqueza se la llevó el Imbabura. No tenemos lagartijas, ni sapos, ni ambatos, por ahorita no hay nada, toda la riqueza se la llevó para allá. Ay! si se hubiese casado con Cotopaxi, tal vez, tal vez, el 50% hubiéramos recuperado, pero como era parte lejana, todo se perdió, y por eso, los cerros no tienen nada de naturaleza.
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