***Y cuanto menos curioso***

El último rincón del dolar
Lo primero que nos llamó la atención de Ecuador es que su moneda local es el dólar estadounidense. Pero ahora no vamos a hablar sobre eso. Quilotoa ha sido un buen sitio para caminar y coger senderos sin saber a dónde iban. En alguno de nuestros paseos experimentamos la “la dolarización” del lugar.

Nos encontrábamos en lo alto de un pico con solo cielo por delante y tierra por detrás. Saqué la cámara de fotos pero era incapaz de encontrar la imagen que representaba el descomunal paisaje. Finalmente entre unas rocas apareció un rebaño de ovejas que se movía ajeno al vértigo y decidí apuntar con el objetivo hacia allá. Detrás de la última oveja andaba el pastor. Cuando se percató de nuestra presencia se apresuró hacia nosotros. Dijo algo pero el viento se llevó sus palabras y yo solo me preocupé de seguir captando el movimiento de los animales. El rebaño pasó de largo y el pastor nos alcanzó para decirnos: -dólar foto- Le dije que no, y él refunfuñando apremió el paso para llevarse a las ovejas fuera de mi campo de visión.

Luego fueron unas llamas. Estaban solas. Las intenté fotografiar penosamente y al poco apareció una mujer pidiéndome un dólar por fotografía tomada. Le pedí disculpas y me alejé obviando sus exigencias.

Ya cansados de tanto frío entramos en una cabaña para tomar una taza de té. El propietario se animó a charlar con nosotros hasta que sin saber cómo la conversación derivó en proyectos sociales en Quilotoa y en cómo conseguir fondos para llevarlos a cabo. Primero quería un geriátrico, luego un centro de salud y finalmente una clínica dental. Le intentamos hacer entender que vivir en un lugar aislado conllevaba ese tipo de desventajas, y en referencia al cuidado de la gente mayor, le explicamos que en España teníamos exactamente el mismo problema. Mientras hablábamos de todo esto la mujer nos gritaba desde el otro lado de la casa que les enviásemos regalos por Navidad. Prometimos intentar ponerle en contacto con alguna ONG española que pudiese estar interesada en este tipo de necesidades.

Por la noche cenamos en el hostal el menú de siempre: sopa de verduras, arroz con lentejas y carne. Conocimos al hijo de los propietarios del hostal. No vestía el traje indígena de sus padres y de la comunidad. Llevaba, en cambio, una sudadera con la capucha por encima de una gorra, pantalones vaqueros y zapatos de piel blancos. Se sacó un teléfono móvil de un bolsillo y mientras lo zarandeaba con una mano me dijo que le gustaba mi forro polar y probó suerte para ver si se lo regalaba. Negué con la cabeza y le dije que me extrañaba que alguien con su nivel económico fuese mendigando ropa. Él respondió que había perdido el último forro que le había regalado un francés. Nos queríamos ir a dormir temprano porque teníamos que coger el autobús a las 5am. El propietario del hostal nos propuso bajar a la ciudad en camioneta, 10 veces más caro que el autobús, y como veía que no aceptábamos intentó hacernos creer que pasaba a las 6am para que lo perdiésemos. Imagino la cantidad de turistas que habrán pasado por aquí y habrán hecho de la hospitalidad, de la conversación y de la relación entre las personas un producto de intercambio que se puede comprar. El turista de alguna forma, marca importantes precedentes a los futuros extranjeros. En este lugar han corrompido con el dólar el alma de esta gente. Ojalá se pueda enmendar con turistas responsables y con criterio.

1 comentarios:

Unknown dijo...

No sé si la corrupción de su alma viene exclusivamente de la gente que por allí pasó. Pocos sitios habrá ya en Sudamérica donde los medios no muestren las "comodidades", "lujos" y "opciones" de las que se disfruta en Europa o, sin ir más lejos, en EEUU. Ellos entienden que nuestro nivel adquisitivo es mayor, y que un pequeño y dolarizado esfuerzo les supone un fácil y poco trabajado alivio.
Ellos mismos, cuando se exportan renuncian a vivir con lo básico y la tentación del dinero de plástico, el celular, la última moda y la pantalla de plasma les hace sucumbir. No es el turista, es la falsa percepción emitida de que la felicidad se compra. Lo ven, lo leen, se lo explica la prima de Quito que trabaja en Madrid que envía dinero cada mes (trabajando 12 horas por 700 euros)...
Pues sí, el dinero caza, atrapa y domina almas. Hasta en la Conchinchina. Que se lo digan a Millet. ;)