Me quedo absorta mirando como unas mujeres entretejen con sus manos, hojas finas de bambú para hacer pequeños envases. Entrelazan una y otra hábilmente, y en pocos minutos tienen una frágil cajita entre sus manos. Es un trabajo laborioso e hipnótico. En estos envases naturales se cocerá después el arroz, se servirá la comida o acabarán de cajita de adorno natural para productos de cosmética. Pero esta tradición única y ancestral es hoy en día sólo una curiosa excepción, puesto que la cultura del plástico la ha desbancado rápida y eficientemente.
Botellas de agua de plástico, envases de comida de polipropileno, bolsas de aperitivos multicolores, bolsas de jabón o champú, botes de dulces, latas de cerveza siembran de sustancias químicas la orilla de los ríos, los bosques, los jardines de las casas. Es curioso, la basura anónima está esparcida allá donde mires, pero para ellos no existe. No la quieren ver. Nadie la recoge. Nadie recicla. Es cierto que siempre han existido los desechos, pero hace unos años eran de bambú y de hojas de plátano, todo absolutamente orgánico que la propia naturaleza se encargaba de transformar en algo útil para la tierra. Ahora estos plásticos químicos tardaran cientos de años en desaparecer. Pero todavía no lo saben. Con suerte la crecida del rio en unos meses lo apartará de su vista y de su orilla, pero ¿qué ocurre con sus vecinos del sur?, ¿y con sus peces?, ¿y su mar?
En nuestra cultura la implantación del plástico fue toda una revolución y también provocó en los primeros años un total descontrol. Pero aprendimos sobre la marcha y actualmente se implantan buenos sistemas de reciclaje paralelos a esta producción masiva e imparable.
Aquí, se ha originado una importación desorbitada e irremediable de productos envasados de mil envoltorios de plástico que no saben cómo gestionar. En los países de bajos recursos se ha exportado e impuesto una nueva conducta de consumo sin que paralelamente exista un plan efectivo de residuos, ni políticas de reciclaje, ni concienciación social ni mucho menos medioambiental. Esto está suponiendo una acumulación de basuras difícil de sostener. Y no saben cómo hacer frente a las montañas de plásticos que ahora se derrama en sus ciudades.
¿Por qué no educamos?, ¿por qué no ayudamos? Si nosotros estamos concienciados por fin, ¿por qué no informar a estos países que inundamos con nuestras exportaciones de plásticos, cómo hacer frente a estos residuos de una forma sostenible?
Botellas de agua de plástico, envases de comida de polipropileno, bolsas de aperitivos multicolores, bolsas de jabón o champú, botes de dulces, latas de cerveza siembran de sustancias químicas la orilla de los ríos, los bosques, los jardines de las casas. Es curioso, la basura anónima está esparcida allá donde mires, pero para ellos no existe. No la quieren ver. Nadie la recoge. Nadie recicla. Es cierto que siempre han existido los desechos, pero hace unos años eran de bambú y de hojas de plátano, todo absolutamente orgánico que la propia naturaleza se encargaba de transformar en algo útil para la tierra. Ahora estos plásticos químicos tardaran cientos de años en desaparecer. Pero todavía no lo saben. Con suerte la crecida del rio en unos meses lo apartará de su vista y de su orilla, pero ¿qué ocurre con sus vecinos del sur?, ¿y con sus peces?, ¿y su mar?
En nuestra cultura la implantación del plástico fue toda una revolución y también provocó en los primeros años un total descontrol. Pero aprendimos sobre la marcha y actualmente se implantan buenos sistemas de reciclaje paralelos a esta producción masiva e imparable.
Aquí, se ha originado una importación desorbitada e irremediable de productos envasados de mil envoltorios de plástico que no saben cómo gestionar. En los países de bajos recursos se ha exportado e impuesto una nueva conducta de consumo sin que paralelamente exista un plan efectivo de residuos, ni políticas de reciclaje, ni concienciación social ni mucho menos medioambiental. Esto está suponiendo una acumulación de basuras difícil de sostener. Y no saben cómo hacer frente a las montañas de plásticos que ahora se derrama en sus ciudades.
¿Por qué no educamos?, ¿por qué no ayudamos? Si nosotros estamos concienciados por fin, ¿por qué no informar a estos países que inundamos con nuestras exportaciones de plásticos, cómo hacer frente a estos residuos de una forma sostenible?
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