Cuando recorres las calles de Phnom Penh hay muchas cosas que te llaman la atención. Pero tras los olores agrios e intensos, las casas destartaladas y los sombríos mercados exóticos, siempre encuentras los ojos penetrantes de una mujer vestida con pijama. Las ves comprando indiferentes, paseando, esperando el paso de un tuc tuc, con sus pijamas de cuadros, de rallas, de ositos. Es algo habitual, pensé. Pero a veces el comportamiento inusual de tantas personas, encierra algo oscuro. La respuesta estaba escrita en el verso de un amargo poema que leímos en el Museo del Genocidio (http://www.tuolsleng.com/).
Los pijamas del pasado siguen paseándose por las calles. Entre 1975-79, Camboya sufrió el más terrorífico exterminio de su historia perpetrado por Pol Pot. El líder del Khmer Rojo quiso instaurar una utopía agraria a través de un ultra comunismo devastador que acabó con cualquier vestigio de progreso: destruyó escuelas, quemó ministerios y demolió bancos, amontonó montañas inertes de autos, abolió el sistema monetario, suprimió la prensa, el arte, la música, la religión. Separó familias y colgó un número anónimo al cuello de cada superviviente, los vistió con los mismos pijamas negros y los arrastró al campo a sembrar arroz. Torturó salvajemente, masacró y arrojó a los pantanos a cualquier pensamiento crítico que pudiera significar una amenaza, es decir, cientos de miles de intelectuales, médicos, políticos, profesores, monjes... Este fanatismo hundió en las tinieblas a un país conmocionado durante 3 largos años, 8 meses y 20 días. Más de 1,7millones de personas perecieron.
Lo que hace algunos años fue una noticia anecdótica de prensa sobre un anónimo genocidio en un destino exótico, ha resultado ser, in situ, una fatal pesadilla.
El horror acabó hace tan sólo 30 años. El país ha emergido rápidamente entre las nuevas tecnologías, las marcas y la ley del libre mercado. La gente joven representa una nueva generación dispuesta a abrir camino al progreso de un país demacrado por la tragedia. Y la sonrisa es su mejor tarjeta de presentación.
Rajol.
Lo que hace algunos años fue una noticia anecdótica de prensa sobre un anónimo genocidio en un destino exótico, ha resultado ser, in situ, una fatal pesadilla.
El horror acabó hace tan sólo 30 años. El país ha emergido rápidamente entre las nuevas tecnologías, las marcas y la ley del libre mercado. La gente joven representa una nueva generación dispuesta a abrir camino al progreso de un país demacrado por la tragedia. Y la sonrisa es su mejor tarjeta de presentación.
Rajol.
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