Los niños lustrabotas de La Paz.

“Cada vez somos más, no nos pueden ignorar”, clama un titular en la prensa que quiere captar el interés sobre su situación a la Alcaldía y al público en general.

Y es cierto, porque las calles de La Paz están tomadas por ellos. Son niños, niños que te asaltan, de ropas sucias de betún, ojos tristes y rostro oculto por un pasamontañas. Los primeros días, te sobrecogen y los esquivas con terror. Pero tan sólo son niños, niños marginados, que vagabundean por las callejuelas dispuestos a hincar sus rodillas en el asfalto por 1 boliviano. Los siguientes días te suscitan lástima, curiosidad, y finalmente admiración. Son niños que provienen de familias marginales muy pobres, y que pugnan por aportar algo en sus casas: pura sobrevivencia. Y han encontrado una forma legítima de vivir, basada en el esfuerzo y en el sacrificio, limpiando botas: un trabajo digno. Son como pequeños guerreros en la batalla contra la pobreza, merecedores de respeto y admiración.

¿Tiene un niño derecho a trabajar? En nuestra sociedad occidental sería señalado como explotación infantil, pero en estas ciudades, donde cada día la pobreza te mira a los ojos, los niños son distintos, quieren crecer aportando, quieren trabajar para realizarse. En el mundo andino todos trabajan, desde los niños a los viejitos, porque el trabajo aquí no está mal considerado, el trabajo es Alegría, es Participación, es Solidaridad, es Contribuir, es VIVIR.

Por eso, por su derecho, piden que no se les margine, y se les ayude a salir adelante.
Ellos ya han hecho lo más difícil.

Rajol.

1 comentarios:

El faro dijo...

Noemi, muy duro lo que describes, pero al mismo tiempo muy entrañable.