Cuenca -SHOCK-

Antecedentes: Después de vagar por idílicos valles salpicados de eucaliptus y borregos, visitar aldeas perdidas de cielos inmensos, dormir en cabañas frías y en pequeños hostales con chimenea, escuchar el cantar de los pajarillos, y almorzar sopa-pollo, pollo-sopa…

…Llegamos a la ciudad! Modernísima Cuenca, capital de la cultura, calles anchas y limpias donde abundan por igual catedrales y pubs, tráfico denso de taxis y buses, gentes con traje, corbata y rápido tacón, … Llegamos de noche, y a oscuras, el taxi nos vomitó ante la puerta de “El Cafecito”, un hostal muy céntrico. Sacamos nuestras mochilas y un enclenque ancianito nos acompañó hasta la entrada. Cuando abrió sus puertas, una estridente canción de Bob Marley nos dio la bienvenida, humo, ruido, gente abarrotaba el local, retorciéndose entre cigarrillos y pilseners. -¿”Esto” es el hostal?- preguntó Rubiol alzando la voz. – Sí, claro, pregunte usted por la habitación al final de la barra.- Nos contestaron. ¡Increíble!

Allá pasamos 2 días. Añorando nuestra Barcelona que parecía repetirse en cada esquina en forma de bar, discoteca, restaurante chic, etc.. No había otra cosa que hacer que corretear por sus adoquinadas calles, así que nos entró el virus consumista – controlado en cloroformo hasta ese día- y entramos en tiendas de ropa, súpers, exploramos mercados en busca de gangas (sin éxito), y hasta nos dimos el gran lujo de ir a un restaurante y probar el cuy (25$ por comer cobaya asada! mmm...)

Que rápido nos atrapó el consumismo. Sucumbimos…

(Ah, por cierto, no hay fotos de Cuenca. No queríamos dejar pruebas.)

Rajol.

0 comentarios: