Cajamarca fue la ciudad del encontronazo de dos culturas. En 1532, su plaza, fue testigo del inevitable choque entre dos culturas antagónicas condenadas a enfrentarse, representadas por sus dos “dioses”: Pizarro y Atahualpa. El dialogo entre ellos, breve y soberbio, acabó con la Biblia arrojada al suelo por el inca -que jamás había visto un libro- y esto fue razón suficiente para que el español invocase a los cañones, arcabuces y mosquetes, que acabaron con la vida de los más de 7.000 indios del séquito del indio y perfumaron con dinamita la traición, para posteriormente ordenar la prisión y muerte del incauto rey inca. Cajamarca fue desde entonces, y para siempre, la ciudad del declive y del ocaso de su reinado.
Hoy en día, no quedan apenas vestigios del reinado inca, pues poco tiempo después, el general indio huido Rumi Ñahui, volvió e incendió la ciudad como venganza por la muerte de su rey, y no fue hasta el s. XVII-XVIII que la ciudad se reconstruyó con el estilo colonial de castizas casonas castellanas y mudéjares de adobe blanco con grandes balconadas de madera.
Nuestra historia, en cambio, es muy diferente..! Al llegar a la ciudad, nos fuimos derechitos a desayunar un chocolate con sanduches de queso, y después tomamos un combi directo a los Baños del Inca. Los Baños actualmente, es un distrito cuyo impulso viene del Balneario de aguas termo-medicinales provenientes de 7 fuentes naturales de aguas subterráneas que afloran con una temperatura de 79-80°C. Mezclada convenientemente con agua fría mediante unos estanques humeantes antiquísimos, son una delicia. Hay unos compartimentos individuales muy místicos donde puedes relajarte y sumergirte en aguas calientes por unos 3 soles los 20 minutos (0,80cc de euro!). Es increíble saber que hace más de 500 años era uno de los descansos preferidos del rey inca Atahualpa.
Para acabar de pasar el día, nos acercamos con una combi a las Ventanillas de Otuzco, a 8km de la ciudad. Son unas pequeñas tumbas cuadradas horadadas en la roca del 1200 d.C. Y ya esta.
Al caer la tarde, Cajamarca se deshizo en agua. Esta vez, proveniente del cielo. Un tremendo aguacero que en pocos minutos, convirtió sus calles en improvisados ríos de agua gris. En el hostal pasamos nuestras últimas horas, secándonos por segunda vez, del agua de Cajamarca.
Rajol.
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