Tres pinceladas...

Camboya nos ha dado unas cuantas sacudidas, de esas que te dejan para pensar largo y tendido. De los museos sobre el régimen de Pol Pot entendimos que la historia de nuestros libros pivota sobre nuestro centro de gravedad, y conforme nos alejamos del punto de giro los hechos se desvanecen en breves explicaciones o en la ausencia total de ellas. Aquí hubo un genocidio en el que hombres y mujeres cometieron las mayores brutalidades contra la humanidad. Fue duro leer sobre hasta dónde llegaba nuestra ignorancia.

En este país hemos aprendido que ser conservador no riñe con ser tolerante. Los homosexuales y los travestis no son ningún colectivo marginal al que se le apunta con el dedo cuando pasean por la calle. Lo negativo de esta tolerancia sexual es que desgraciadamente fomenta la prostitución de menores que consumen hombres solitarios de todas las edades, nacionalidades y calañas. Hemos visto, como en ningún otro sitio, a muchos hombres viajando solos que nos han hecho revolvernos en estereotipos sin fundamento.

También se nos ha desmoronado el tópico de que viajar por estos países es para jóvenes. Hemos visto a más parejas mayores que jóvenes y de hecho la media de edad bien podría ascender hasta más allá de los 50 años. Parejas de la edad de nuestros padres recorriendo lugares recónditos, paseando por la jungla, o aquella pareja sobre los 70 años, subidos a una moto y cortando el polvo a toda velocidad.

Robiol.

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