Las casas de Laos acostumbran a tener un pequeño templo ornamental esculpido en su jardín. Normalmente se ubica en el rincón más tranquilo, a la sombra de un árbol, y es adornado con sumo cuidado. Cada mañana se le hace una pequeña ofrenda, sea incienso, bolas de arroz, bebidas o pan. En ese templo diminuto habita el espíritu de la casa. Este espíritu invisible es el “phi”. Los habitantes de la casa conviven y comparten su espacio con él, así que deben hacer lo posible para que éste se sienta feliz y amado. La energía de cada casa reposa en este espíritu y debe ser bien atendido para que éste irradie un buen karma en el hogar. No se toleran los gritos, las disputas o las mentiras. Así se entiende que las casas no son espacios inertes, sino que están vivas, te protegen y tienen su propia alma.
Los katang, una minoría étnica de Dong Phu que visitamos, llevan al extremo este animismo y durante siglos han desarrollado una convivencia muy especial con los espíritus de sus hogares. Su creencia es que en cada morada, habita un espíritu al que no se debe importunar, creando una serie de tabús ancestrales que no deben romper para conseguir su complacencia. Si un espíritu es incomodado deberán iniciarse ceremonias para aplacar su malestar, como el sacrificio de gallinas, o incluso búfalos, en el peor de los casos.
Algunos tabus realmente ofensivos para ellos, son, por ejemplo:
-No tocar o fotografiar los objetos sagrados de los espíritus que hay en la casa.
-Agacharse respetuosamente cuando se pasa al lado de ellos.
-No dormir junto a personas de diferente sexo (incluso si es tu pareja).
-Dormir con la cabeza orientada a las paredes más cercanas al exterior.
-Nunca apoyar los pies en la pared o posicionarlos para afuera.
-No golpear las paredes de la casa.
-No dar palmadas en el interior de la casa.
También supimos que para evitar que los espíritus se coman o echen a perder los víveres, almacenan el arroz y los frutos en pajares lejos de sus hogares, y también obligan a parir a las mujeres embarazadas en un bosque cercano para que los gritos no los irriten. Costumbres y leyendas que se han ido arrastrando hasta el dia de hoy en una étnia aferrada a su mundo de espíritus.
Rajol.
Los katang, una minoría étnica de Dong Phu que visitamos, llevan al extremo este animismo y durante siglos han desarrollado una convivencia muy especial con los espíritus de sus hogares. Su creencia es que en cada morada, habita un espíritu al que no se debe importunar, creando una serie de tabús ancestrales que no deben romper para conseguir su complacencia. Si un espíritu es incomodado deberán iniciarse ceremonias para aplacar su malestar, como el sacrificio de gallinas, o incluso búfalos, en el peor de los casos.
Algunos tabus realmente ofensivos para ellos, son, por ejemplo:
-No tocar o fotografiar los objetos sagrados de los espíritus que hay en la casa.
-Agacharse respetuosamente cuando se pasa al lado de ellos.
-No dormir junto a personas de diferente sexo (incluso si es tu pareja).
-Dormir con la cabeza orientada a las paredes más cercanas al exterior.
-Nunca apoyar los pies en la pared o posicionarlos para afuera.
-No golpear las paredes de la casa.
-No dar palmadas en el interior de la casa.
También supimos que para evitar que los espíritus se coman o echen a perder los víveres, almacenan el arroz y los frutos en pajares lejos de sus hogares, y también obligan a parir a las mujeres embarazadas en un bosque cercano para que los gritos no los irriten. Costumbres y leyendas que se han ido arrastrando hasta el dia de hoy en una étnia aferrada a su mundo de espíritus.
Rajol.
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