En lo alto del edificio hay una pantalla gigante, mayor que los carteles publicitarios de ropa, perfumes, relojes y navajas suizas, que la rodean. Se está emitiendo un partido en directo de la NBA a plena luz del día. Un hombre sigue la evolución del juego desde muy abajo, impasible al berrinche del niño que sostiene en sus brazos, que llora porque hace frío y se le congelan los mocos y las lágrimas. Por todas partes corretean cientos de personas, y muchas desaparecen por detrás de la puerta de un restaurante Kentucky Fried Chicken o en la boca de metro de la esquina que forman dos inmensas avenidas. Las banderas rojas se agitan en lo alto de los edificios comunistas flanqueados por guardas de uniforme verde y guante blanco: neveras gigantes de hielo gris y marcos de acero, donde todo son letras chinas que mantienen a los extranjeros ignorantes del idioma a entrar en ellos.
Bienvenidos a Beijing, capital de todas las tiendas de ropa, de todas las franquicias de comida rápida y de tecnología punta. Entre las grandes venas de esta ciudad se trenzan los Hutongs, barrios viejos y tranquilos atravesados por el tendido eléctrico que desaparece de forma mágica en las grandes avenidas.
Policías, guardias, y voluntarios de seguridad con brazaletes rojos e inscripciones chinas en amarillo, se apuestan en cada esquina, en cada bocacalle, o bajo las farolas que sostienen el peso de decenas de cámaras que lo graban todo. Los pekineses jóvenes no sueltan el móvil de la mano, y siempre hay alguien apuntando con el teléfono para aumentar la librería de imágenes. Les gusta comer en abundancia, devorando la mitad de lo que piden entre sorbos, gritos y risas. Son muy escandalosos, aunque no tanto como nosotros en un bar de tapeo.
Beijing nos ha gustado, nos ha sorprendido y nos ha mermado las defensas para coger un buen catarro. Qué frío, de los que tanto habéis experimentado vosotros en este largo invierno que ya se acaba. Y aquí se interrumpe el viaje, que retomaremos muy pronto, y que deja el blog abierto, para lo que vaya sucediendo entre tanto.
Robiol.
Bienvenidos a Beijing, capital de todas las tiendas de ropa, de todas las franquicias de comida rápida y de tecnología punta. Entre las grandes venas de esta ciudad se trenzan los Hutongs, barrios viejos y tranquilos atravesados por el tendido eléctrico que desaparece de forma mágica en las grandes avenidas.
Policías, guardias, y voluntarios de seguridad con brazaletes rojos e inscripciones chinas en amarillo, se apuestan en cada esquina, en cada bocacalle, o bajo las farolas que sostienen el peso de decenas de cámaras que lo graban todo. Los pekineses jóvenes no sueltan el móvil de la mano, y siempre hay alguien apuntando con el teléfono para aumentar la librería de imágenes. Les gusta comer en abundancia, devorando la mitad de lo que piden entre sorbos, gritos y risas. Son muy escandalosos, aunque no tanto como nosotros en un bar de tapeo.
Beijing nos ha gustado, nos ha sorprendido y nos ha mermado las defensas para coger un buen catarro. Qué frío, de los que tanto habéis experimentado vosotros en este largo invierno que ya se acaba. Y aquí se interrumpe el viaje, que retomaremos muy pronto, y que deja el blog abierto, para lo que vaya sucediendo entre tanto.
Robiol.
1 comentarios:
Hola chicos ¿ ya estais aquí? ¿Donde estais ?
Que ta el bebe
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