El turismo tiene cáncer...

Una espesa bruma se traga el sol de las 10 de la mañana sobre los arrozales sin agua. Las vacas pastan alegres y los terneros maman la leche fresca. La tierra plana se extiende hasta chocar con el primer mogote que se alza vertical y afilado sobre el paisaje. Detrás otro y otro, afilados, escarpados, prohibidos, inaccesibles, peligrosos, bellos, brutales… El horizonte es un abanico de grises que se va apagando hasta desvanecerse en el viento. Los habitantes de Vang Vieng debieron venir del cielo, para poder sortear este capricho de la naturaleza.

El turismo debió de llegar un día a Vang Vieng de la mano de un mochilero. Debió quedarse muy impresionado con el paisaje porque hoy son miles los que vienen cada año a pasar unos días a este lugar fantástico. Cuevas, ríos, pozas de agua, jungla, mogotes… Es un reclamo natural que hablo por sí sólo.

Sin embargo, Vang Vieng se ha convertido en un gran complejo turístico que ha perdido la esencia de sus orígenes. Le ha dado la espalda a su oferta natural y cultural a cambio del entretenimiento fácil que tanto nos gusta en occidente.

Vang Vieng es una pasarela de personajes que desfilan con sus excentricidades compitiendo por ser el más guay. Las calles podrían ser cualquier lugar del mundo donde se explota el turismo de masas. Los turistas recorren las calles descalzos, sin camiseta, en bikini, ante la mirada atónita de los locales que no han sabido encontrar el equilibrio entre sus reglas y los dólares. Los locales, a pesar de que el turismo es su principal fuente de ingresos, nos aborrecen. Cuesta sonsacarles la sonrisa que nos inculcaron al entrar en su país y no miran a los ojos.

El super subidón, es tirarse 4 km río arriba con un neumático. En el punto de partida se alinean los bares con una amplia oferta de cócteles y drogas. La música grita diferente desde las dos orillas arremolinándose en el rio sin sentido del ritmo. También hay tirolinas, elásticos, puentings, toboganes… El primer chupito es gratis. Los barmans tiran cuerdas para llevarse a los turistas a la barra del bar, para pillar un buen ciego a las 10 de la mañana. Nadie llega a Vang Vieng por el río. Todos vuelven pedos y contentos en Tuc Tuc para dar un espectáculo lamentable en medio del pueblo. Y la música no para. Las discotecas revientan la noche con la música chumba chumba, aquí, en medio de Laos, en medio de este fabuloso paraje. A las 4 de la mañana se hace el silencio y se duerme la resaca.

Vergüenza ajena. Nadie respeta a nadie. Nadie respeta nada. Hoy el altar donde se veneran a los espíritus ha amanecido destrozado. ¿Qué pensaran sus antepasados de nosotros? Lo que piensan los que hoy viven se lee en sus ojos; un milkshake de desprecio y codicia con mucho hielo picado.

Robiol.

1 comentarios:

Pepe B dijo...

Lo peor de todo, es que este bello paraje de naturaleza está cogiendo una fama mundial entre los "post-adolescentes" con un poco de dinero para viajar y viene a este lugar a emborracharse y drogarse a las orillas del tranquilo rio.
Pero todo tiene su precio y cada año las tirolinas y tobogantes que dan al rio se cobran algunas vidas de turistas embriagados y poco conscientes de lo que estaban haciendo. Pero esta prensa no se difunde.

Nosotros fuimos de los pocos que llegamos al final con nuestra rueda de camión, y sobrios.