Bienvenidos a Beijing, capital de todas las tiendas de ropa, de todas las franquicias de comida rápida y de tecnología punta. Entre las grandes venas de esta ciudad se trenzan los Hutongs, barrios viejos y tranquilos atravesados por el tendido eléctrico que desaparece de forma mágica en las grandes avenidas.
Policías, guardias, y voluntarios de seguridad con brazaletes rojos e inscripciones chinas en amarillo, se apuestan en cada esquina, en cada bocacalle, o bajo las farolas que sostienen el peso de decenas de cámaras que lo graban todo. Los pekineses jóvenes no sueltan el móvil de la mano, y siempre hay alguien apuntando con el teléfono para aumentar la librería de imágenes. Les gusta comer en abundancia, devorando la mitad de lo que piden entre sorbos, gritos y risas. Son muy escandalosos, aunque no tanto como nosotros en un bar de tapeo.
Beijing nos ha gustado, nos ha sorprendido y nos ha mermado las defensas para coger un buen catarro. Qué frío, de los que tanto habéis experimentado vosotros en este largo invierno que ya se acaba. Y aquí se interrumpe el viaje, que retomaremos muy pronto, y que deja el blog abierto, para lo que vaya sucediendo entre tanto.
Robiol.