Los monologos de Didier.

En seguida os dejamos con Didier, pero antes sólo unas palabras para ponernos en situación. Son las 8 de la mañana y estamos desayunando en un pequeño bar de la calle 93 de Phnom Penh. Dos tés con leche y dos bocadillos de tortilla con verduras. Nos ponemos a leer y de repente:

- Españoles?

Aparece una voz detrás de una cortina de humo

- Me encanta el español. Mi abuela es española, y los veranos siempre en España con mi abuela. Por eso yo hablo español.

Le da otra calada al cigarrillo…

- Sí, sí, vivo aquí, desde hace 3 meses. Soy de Bélgica y allí, uff… muchas cosas, mi exnovia, mi trabajo… Pero ahora estoy aquí, y ves? ves? Estás manchas de pintura en mis pantalones no son porqué sí. Estoy montando mi propio restaurante. Poco a poco con mi novia que es de aquí.

El cigarrillo vuelve a su boca y sus palabras se escriben en el aire entre gestos airados…

- Está quedando muy bien. Por dentro es de color naranja, para crear buen karma y hacer que la gente quiera entrar. Se llama Hippy Dayz. He puesto una “Z” en vez de un “S”, para que la gente sepa que en mi bar se puede fumar Bang. Bang? Ya sabes, marihuana. La Z es como dizzy (mareado), para que la gente sepa que en mi bar no hay problema.

La colilla del cigarrillo se estrella en el cenicero y en seguida prende otro…

- La calle 93 está protegida. Esto no es Tailandia, donde te puedes meter en problemas. Aquí en la calle 93, los locales pagan 10$ al mes para protección. Y por Camboya puedes viajar con un kilo de marihuana sin problemas, verdad amigo?

El propietario del bar le mira sin entender, y finalmente contesta sonriendo:

- Big problem marihuana…

- Tu que vas a saber si nunca sales se aquí. Camboya mucho cuidado con las armas. Aquí todos llevan armas. El otro día un Tuc Tuc chocó contra el coche de un abogado, por la noche. Del Tuc Tuc dos hombres salieron con pistolas, pero el abogado tenía una jodida G800, no sabes? Joder tío esas armas sólo las llevan los agentes de la CIA, y pasan los controles del aeropuerto. Aquí se maneja mucha pasta.

- En la calle 93 se puede fumar marihuana… Perdón…

Didier se levanta de la silla, y para al monje budista que pasa por la calle. Se quita la gorra, se saca un billete de 10.000 rieles y lo introduce en el jarrón de ofrendas del monje. Se agacha ante sus pies y este le bendice con un cántico. Acaba el acto, el monje se va y Didier vuelve a su silla y le da un sorbo al café y una calada al cigarrillo que descansaba en el cenicero. Como si nada hubiese ocurrido, continúa:

- Está el Happy Happy, el Lucky Lucky… allí hay buena marihuana, y no hay problema. La policía sólo cobra 40$ al mes, y el dinero les va muy bien. Mi novia gana 100$ estampando camisetas y hay que dar dinero a los policías. Aquí todos amigos. Pero no se te ocurra fumarte un porro por la ciudad porque entonces tienes problemas.

El cigarrillo vuelve a posarse en su labio inferior, segundos en los que reina un silencio artificial…

- Aquí pasan cosas que me dan mucho miedo. Por la noche si alguien se mete con tu novia y le matas, puedes tener problemas porque no hay testigos. Esto es como el Far West tío. Si matas a alguien durante el día para defenderte, entonces no hay problemas porque hay testigos. A lo mejor tienes que pagar 2.000$ para que la policía no te moleste mucho. En Tailandia todos llevan pistolas enorme, pero aquí no.

Rajol me lo dice todo con la mirada, y yo asiento como para confirmar que este personaje vive una Camboya que nos queda muy lejana…

- El otro día pasé mucho miedo, porque había unos policías borrachos que sacaron sus pistolas y las movían por el aire. Y las pistolas no tenían el seguro puesto, porque yo lo ví que no lo tenían puesto. Luego del otro lado de la calle apareció uno con un machete y recorrió la calle rasgando el suelo con la punta, y todos se apartaron.

- Hablo mucho, lo siento, es que me gusta el español. El francés no me gusta, y cuando me hablan en francés yo contesto en inglés. El español y los veranos con mi abuela, me gusta…

Colocamos los puntos de libro en la misma página donde habíamos empezado a leer. Didierr seguía hablando, mientras nosotros ya llevábamos varios intentos de evasión. Pagamos al propietario que seguía sonriendo, y regresamos a Camboya, a la de los niños vendiendo libros y a la de los conductores de tuc tuc gritando a los turistas desde el otro lado de la ciudad.

Robiol.

1 comentarios:

Pepe B dijo...

Demasiada marihuana acaba distorsionando la visión de la realidad.

La realidad es única, pero varia en función de tu punto de vista. Es cuestión de fisica cuantica. Lo sabías, no?

Buscad es realidad de Camboya que os nutra interiormente y dejad pasar la otra. Pero siempre con lo ojos abiertos.