Susto

Por fin nos avisaron de que el taxi esperaba en la puerta del hostal. Subimos el equipaje y el conductor puso rumbo al aeropuerto de La Paz. El coche ascendía hacia El Alto, y sentíamos en la lejanía de las luces que quedaban atrás, como Sudamérica se desvanecía y deformaba en una amalgama de recuerdos. Nos dejamos llevar por el silencio del motor superando la pendiente de la noche, que rayaba los cristales a gran velocidad. El taxi llegó por fin al linde de la urbe, torció a la derecha y se adentró en el aeropuerto a través de una superficie despejada y vacía, donde se veía algún avión mal iluminado en medio de la noche.

Volábamos con LAN. Nuestro vuelo no aparecía en las pantallas de salidas. Nos dirigimos a información, aun ajenos a lo que se nos avecinaba, y allí descubrimos que nuestro vuelo no operaba desde hacía 6 meses. Las oficinas de LAN estaban cerradas y nadie cogió ninguno de los muchos teléfonos a los que llamamos ¿qué podíamos hacer? Teníamos que estar en Lima en menos de 48 horas, y la noche de ese día ya la teníamos perdida. No nos daba tiempo de hacer el recorrido en autobús. Por internet comprobamos con estupor que todos los vuelos estaban llenos en los siguientes dos días. Era fin de semana, y la Navidad acaparaba todos los asientos a Lima, Nueva York, Los Ángeles, y demás combinaciones que podían irnos bien.

Regresamos a Sudamérica con el sentimiento de volver a un lugar que ya habíamos desterrado del futuro a corto plazo, y que por ente no nos pertenecía. Desandar el hilo de luces que nos llevó nuevamente hasta el centro fue opresivo. Nos engullía el silencio de la incertidumbre y la impotencia. Hasta la mañana siguiente no podíamos hacer nada.

Nos despertamos con el peso de los acontecimientos pellizcándonos las sienes. Los nervios nos habían devorado el estómago, pero para hacer tiempo hasta que abriesen la oficina de nuestra salvación, engullimos un desayuno. Diez minutos antes de que las oficinas de LAN abriesen, ya estábamos en frente de la puerta. A partir de ahí todo empezó a relajarse. No fue difícil que nos diesen la razón por no habernos informado del cambio. Al parecer nuestro vuelo había sido adelantado 7 horas, y lo habíamos perdido. Nos hicieron un hueco en el vuelo de la tarde de ese mismo día, y conseguimos llegar a Lima 24 horas antes del vuelo a Indonesia. Suerte que habíamos previsto un buen margen entre vuelos, de lo contrario no nos hubiésemos podido permitir otro billete hasta Asia. Pasamos una noche horrible, dormimos con una neurona puesta en cada solución que se nos iba ocurriendo, y al final solo necesitamos dar con la persona adecuada para solucionar el contratiempo. Pudimos habernos ahorrado muchos nervios, pero somos humanos.

Robiol.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me alegro que no perdieron el vuelo!
Abrazo Grande!
Pablo