Autobuses nocturnos

Tenemos que correr. El tiempo se nos ha echado encima y estamos rodeados de montañas que se retuercen en valles que hacen las distancias larguísimas. Nos quedan 4 días para llegar a Cuzo y nos separan tantas horas de autobús que no tenemos más remedio que salvar el tramo Lima-Cuzco en avión. Esta noche estamos en Cajamarca y hemos decidido hacer nuestro primer trayecto nocturno hasta Trujillo, hacia la costa, donde la Panamericana nos permitirá llegar a Lima en una noche más.

Los pistones vacilan antes de que el conductor consiga despertar al motor. Nos deseamos las buenas noches, reclinamos los asientos y nos vendamos los ojos para dormir hasta nuestro destino. Entramos en un traqueteo de sueños interrumpidos y reales, de experiencias vividas que se mezclan con estos paisajes. Dormimos un sueño ligero, con el periscopio atento a la superficie. Una voz se cuela por la mirilla y baja por el oído. Es más fuerte que el vaivén de los baches, de los cláxones de vehículos que se cruzan. Despertamos a la vez y ajustamos los sentidos. Ahora el grito tiene palabras:

“Pare, pare, nos vamos a matar.”

Nos miramos sin entender, y es otro pasajero el que ahora grita que hay un abismo. El autobús se para. Los pasajeros murmuran mientras el conductor y el revisor salen del autobús para comprobar algo. Detrás de la cortina y del vaho de la ventanilla solo hay una oscuridad inmensa. Una pasajera llama a la policía. No tiene buena cobertura pero nos da para entender lo que sucede. Las luces del autobús no funcionan. El autobús arranca y los pasajeros indignados vuelven a protestar contra el conductor que conduce a ciegas. Alguien vuelve a gritar que nos van a asaltar, que nos vamos a despeñar, que vamos a chocar contra un vehículo que venga de frente. Está cundiendo el pánico. Nosotros nos quedamos a la expectativa. Parar allí en medio y apearse puede ser tan peligroso como conducir por la pista de tierra que se abre entre las montañas.

Hay pasajeros que se levantan nerviosos. El autobús avanza. Nosotros optamos por convencernos que el conductor sabe lo que hace. Poco a poco las voces van desapareciendo, bajamos el periscopio y volvemos a sumergirnos en el mundo de los sueños.

6 horas más tarde llegábamos a Trujillo, sanos y salvos, y con nuestros vecinos de butaca decepcionados por sentir que sus quejas y bramidos no habían sido justificados.

Robiol.

La civilización pre-inca de los CHACHAPOYAS.

Pieles blancas, cabellos claros y estatura extraordinaria.


En quechua: “sacha” es árbol y “puyu”, nube. La unión de estos dos vocablos da lugar al nombre de la tribu de los “bosques nublados”, pues allá, en lo más alto de las crestas de los cerros, fue donde se establecieron por el año 800.

Su arte, su arquitectura, su resistencia heroica ante los incas, y su excitante veneración por los muertos expresa un espíritu audaz e independiente que los diferencia del resto de civilizaciones andinas. Rastros de esta cultura se encuentran dispersos por las verdes montañas nororientales de Perú, entre el rio Marañón y el Huallaga. Algunos vestigios han sido descubiertos hace muy poco; otros muchos, todavía, son un completo misterio.


Por ejemplo, el asentamiento chachapoya más importante fue descubierto por casualidad en 1843, cuando un juez subió con un metro hasta lo alto de un cerro, cubierto de maleza, lianas y orquídeas, para solventar una repartición de tierras que enfrentaba a los pueblos de Kuelap y Tingo, y se encontró con un enorme poblado fortificado! 150 años después, los arqueólogos sólo han sacado a la luz un 10% del total de la fortaleza encontrada. Fue un asentamiento impresionante, con una muralla de 1,5km de longitud, muros de 20m de altura que albergaban a más de 400 casas, donde la élite chachapoya residía y se protegía ante posibles ataques, abastecidos de agua y víveres por el pueblo que vivía paganamente en el valle. Vivían en casas de piedra caliza, sin apenas ventanas, y de forma circular (probablemente para evitar los seísmos), cuyo suelo y paredes albergaba a sus propios muertos más queridos momificados (todavía se pueden ver los huesos lapidados entre los muros) con los que convivían y a los que confiaban la vigía de la morada, cuando estaban ausentes.



Se han localizado otros asentamientos más pequeños de tan sólo 30 o 40 estructuras, sin aparente organización, pero todas con sus característicos frisos geométricos adornando sus paredes, y que podrían asemejar formas de ojos:










, estas formas simbolizan, según la cosmología andina, la unión de los 3 mundos: el terrenal, el subsuelo y el cielo; además de marcar tres niveles jerárquicos con las 3 lineas superpuestas <>, que representan, por orden: la tierra (y su animal sagrado, la serpiente), el hombre (el puma), y el cielo (el cóndor). Parece ser que muchos kurakas o hechiceros de la tribu eran representados por felinos (pumas), como animales sagrados que tenían el poder de unir la tierra y el cielo.


Tambien la arquitectura funeraria chachapoya es espectacular y muy sofisticada, pero por desgracia, pocos lugares han sobrevivido al saqueo vandálico de los huaqueros de todos los tiempos.


Hay varias estructuras por la zona nororiental, pero nosotros decidimos visitar las chullpas alineadas y adosadas en acantilados inaccesibles de la Laguna de los Cóndores -descubiertas por unos peones al azar ¡hace tan sólo 12 años!-, que contenían más de 200 fardos funerarios de momias y multitud de ofrendas de cerámica y madera. Fue increíble comprobar el estado de conservación de los muertos gracias a estar colocados en lugares estratégicos con un microclima seco y frío que favorecía su buen estado. No eran embalsamados, sino que trataban la piel como cuero después de ser vaciados, los rellenaban de algodón y posteriormente los colocaban en posición fetal envueltos en múltiples capas textiles, para reducir su espacio y facilitar su transporte.


Lo que para nuestra cultura podría resultar incómodo e incluso repugnante, los chachapoyas lo hacían con sumo respeto, cuidado y extremo mimo, y reservaban los mejores sitios para tener cerca a sus muertos. Algunos dentro de sus casas, bajo su mismo suelo. Otros, entre sus paredes - ¿por qué tener miedo a un familiar querido?-. Y otros en lo alto de los riscos, con vistas espectaculares a la gran laguna azul donde podían reflejarse sus almas día tras día, y donde se les daba la posibilidad de volver a su “pacarina” (o lugar de origen*), porque, al fin y al cabo, todo final no es más que un inicio.


Actualmente sus sagrados restos, después de más 500 años ocultos por una vegetación aliada, han sido descubiertos y arrancados de sus lugares de descanso. Y ahora, sus momias gritan en silencio tras las vitrinas de cristal de un pequeño y oscuro museo.

Rajol.


*Los antiguos peruanos creían que los primeros habitantes de sus pueblos surgieron de las pacarinas (cuevas, lagos, lagunas o manantiales) por orden de los dioses, especialmente Wiracocha. Antes de ser humanos habían sido piedras o rocas del uku pacha (mundo subterráneo) y a través de las pacarinas salieron a poblar el kay pacha (superficie terrestres). En otras palabras, la pacarina es el lugar de origen mítico de los pueblos andinos. Era un lugar muy sagrado para los indígenas quienes le rendían culto y dejaban ofrendas.

SOS: La Laguna de los Cóndores

1200 d.C. Los Chachapoya

La civilización Chachapoya es uno de los misterios más recientes del Perú y las interpretaciones de historiadores, arqueólogos y antropólogos están poco debatidas como para darlas por ciertas. Dicen los pocos libros sobre el tema que los Chachapoya emigraron desde Colombia hace muchos años, y que en una de sus expediciones dieron con lo que hoy conocemos como la Laguna de los Cóndores. Este paraje se ubica hoy en día a 36 kilómetros de la electricidad, la televisión y el dinero, y ello ha contribuido enormemente, al mismo tiempo, a su saqueo y conservación.

La sensación que se siente después de muchos kilómetros de barro, cerros, piedras afiladas y bosques viejos debió ser la misma que sintió el primer Chachapoya que alcanzó el lugar. La laguna es un espejo negro enmarcado por montañas puntiagudas donde la vida se superpone y se apelotona formando una selva espesa. Las plantas crecen unas sobre otras buscando la luz que monopolizan los árboles más altos, que a su vez, se pudren lentamente por los líquenes y musgos que devoran sus cortezas. La laguna, además, es rica en truchas y hoy las pescan los poco más de cien turistas que suben hasta aquí anualmente.

El acceso a la laguna se realiza por una planicie que se alza vertical sobre el inmenso depósito de agua. Los Chachapoya construyeron aquí una urbe con más de 130 casitas redondas de tejado cónico, que se distribuían sobre la superficie de forma orgánica. En el lado opuesto de la laguna, dispusieron sus mausoleos, buscando el refugio de las rocas verticales con techos desplomados, que los protegían de la lluvia y los animales. Sus difuntos eran momificados con las rodillas y brazos doblados, consiguiendo que los fardos funerarios fuesen pequeños. Los mausoleos eran casitas construidas en lo alto de las paredes donde se albergaban las momias. Se colocaban tanto en el interior de las casitas de piedra como en las ventanas. De este modo los muertos observaban el día a día de los vivos y velaban por ellos desde el otro lado del espejo de agua.

1400 d.C. Los Incas

Los Incas en su afán de conquista de Sur a Norte, dieron irremediablemente con los Chachapoya. La ubicación de estos últimos eran estratégica para el comercio con las tribus de las selvas bajas del Amazonas. Pero los Chachapoya no se lo pusieron fácil a los Incas, y a diferencia de la resignación de los otros pueblos que se adhirieron con facilidad al Imperio Inca, los Chachapoya lucharon por su libertad y opusieron una gran resistencia a la conquista. La lectura que se hace de los restos arqueológicos indica que finalmente ambas culturas convivieron juntas, aunque el rencor de los Chachapoya perduró hasta la llegada de los españoles.

1500 d.C. Los españoles

Cristóbal Colón ya ha descubierto Las Indias y la iglesia ávida por salvar a la nueva humanidad se une a las expediciones de jóvenes aventureros que van tras el mito de las ciudades de oro. Atahualpa, desde Ecuador lucha contra su hermano para hacerse con el control del imperio Inca. Los Chachapoya en su nuevo status de pueblo conquistado esperan la llegada de su Dios; un hombre blanco barbudo.

Los españoles avanzaban por los nuevos dominios de La Corona a lomos de sus caballos. Cuando los españoles llegaron al valle de Uctubamba, los Chachapoya reconocieron rápidamente a su Dios, lo que ayudó en gran medida, no solo a conquistar a los Chachapoya, sino también a acabar con el imperio Inca. Pero esto es otra historia.

Los españoles con su superioridad militar y como portadores de nuevos virus, iban acabando rápidamente con el estilo de vida y la sabiduría que largamente se había cosechado. Las ciudades se iban despoblando, y poco a poco en las selvas se hacía el silencio. La Laguna de los Cóndores no fue una excepción y los Chachapoya acabaron abandonando este emplazamiento tan especial. Las momias se quedaron solas en lo alto de los riscos, viendo como poco a poco el ingenio de toda una cultura iba desapareciendo bajo la lápida de los siglos.

Una leyenda popular cuenta que antes de abandonar la urbe de la laguna, los Chachapoya hundieron en las profundas aguas de la laguna, uno de sus símbolos sagrados: un becerro de oro macizo. Otra historia dice, que el rescate en oro que exigió Pizarro para liberar a Atahualpa, fue en gran medida, reunido por los Chachapoya. Pero estos, al descubrir la traición que acabó con el emperador Inca, los Chachapoya arrojaron todo el oro al fondo de la laguna. Las leyendas de becerros de oro y tesoros hicieron que en los años 70 un grupo de buzos se sumergiese en las aguas profundas de la laguna, emergiendo con las manos vacías.

1950 El Sr. Farges

El Sr. Simion Farges era ganadero. Su hacienda acababa donde empezaban las tierras de su primo, con el que no tenía una buena relación. Cualquier excusa daba pie a una disputa y siendo ambos poseedores de armas de fuego, el siguiente malentendido podía acabar con muertos. Una mañana se sentó a meditar sobre ello y viendo que las diferencias entre él y su primo eran tan grandes convino adentrarse más allá de las montañas conocidas para buscar nuevos pastos.

Caminó atravesando, praderas, ríos y densos bosques. Más adelante siempre se alzaba una montaña más alta. Ese día sentía que las fuerzas le acompañaban y el espíritu explorador le empujaba hacia arriba. Por fin, casi habiendo consumido los últimos rayos del sol, llegó a la fila más alta, y desde allí pudo ver como bajaba la ladera hasta detenerse en un plano que serpenteaba entre las montañas.

En la Plaza de Armas de Leimebamba, si uno escudriña sobre la historia de La laguna de los Cóndores, puede llegar a escucha varias versiones diferentes. De todas ellas os dejo la que dice que el Sr. Farges regreso a los pocos días con un sobrino, porque no tenía hijos, para descender a aquella llanura. Caminaron a lo largo del río, subieron una loma y dieron con la laguna. El paisaje sobrecogió los corazones de aquellos hombres de la montaña. Se sentaron y almorzaron. Las nubes atravesaban el cielo y la laguna las reflejaba algo más apagadas. Una sombra cruzó el sol y el Sr. Farges alzó la vista y vio un cóndor. Se dejó llevar por aquella imagen, y su pensamiento sobrevoló la laguna. Se sentía el primer hombre que pisaba esas tierras. Desde el otro lado de la laguna, entre los árboles, las momias lo miraban con curiosidad y recelo. El Sr. Farges estableció a partir de entonces su residencia en la laguna de los cóndores, pero no sería él quien descubriría el legado de los Chachapoya.

1980 El Sr. Julio

Las tierras en pocos años fueron cambiando de manos. La lejanía e inaccesibilidad del lugar las empujaron a un nuevo abandono. Estas tierras son comunales, lo que significa que pertenecen a quien las trabaja. El nuevo propietario en adquirirlas fue el Sr. Julio, que había dejado la profesión de policía del pueblo por la de ganadero. Abrió de nuevo el camino hasta la laguna. La llanura suponía un respiro territorial ante la saturación de pequeñas parcelas que padecían los alrededores de Leimebamba.

1996 Las tumbas despiertan

Los peones del Sr. Julio reciben la orden de ampliar la deforestación de la llanura para conseguir más pastos. Se trabaja de sol a sol desde el filo de la cuenca de la laguna hasta el río Siogue. Bajo los cadáveres de los árboles van apareciendo extraños círculos y piezas de cerámica. Es la aldea de Llaqtacocha que abandonaron los Chachapoya antes de hundir el becerro de oro en la Laguna. Los peones siguen con sus trabajos sin darle demasiada importancia al descubrimiento. Unos días más tarde, desde el mismo lugar donde se vio el vuelo del cóndor, algo llama la atención de un peón desde el otro lado de la laguna. Entre las rocas se ven unas líneas rojas con formas geométricas. Un pequeño grupo sale a investigar mientras otro lo observar perderse en el interior de la selva que queda al otro lado. Cuesta mucho desplazarse por la tupida vegetación y más aun salvar los 100 metros de laderas verticales que les separan del avistamiento.

Cuando llegan no pueden creer lo que están viendo. ¡Un tesoro! Sin entender lo que tienen delante, y sin escuchar el lamento mudo de las momias, los peones cambian de oficio por el de huaqueros y empiezan a expoliar el mausoleo. Saben que aquello es ilegal, pero la fortuna que pueden conseguir con aquello les nubla los sentidos. Afortunadamente se corre la voz en el pueblo. El Sr. Julio es amenazado por los huaqueros para que no evite el saqueo. Pero las momias gritan y alguien oye la llamada de socorro.

1997: Emergencia

Las autoridades de Leimebamba consiguieron detener el expolio e incautar una gran cantidad de material a los huaqueros. El descubrimiento de momias no tardo en llegar a los medios de comunicación, y con estos la noticia llego a todos los rincones del mundo (menos al mío). El número de visitantes creció, haciéndose imposible el control de la zona por la lejanía del lugar. Los nuevos visitantes resultaron ser tan poco respetuosos como sus descubridores y el lugar se deterioraba por momentos. Se hacían fotos con los huesos humanos despojados de los fardos, removían los tejidos, los objetos, los andamios de madera…

En el mes de julio, con la estación de lluvias a punto de empezar, The Bioantrhopology Foundation Perú y El Centro Guayaquil coordinan un proyecto acelerado de tres meses para recuperar el lugar. En un primer momento se planteó dejar las momias en el lugar original, pero el deterioro de las visitas y la imposibilidad de controlar el lugar con garantías, llevaron a los responsables del proyecto a tomar la decisión de sacarlas de su privilegiado lugar. Varios historiadores peruanos pusieron el grito en el cielo ante aquella decisión, pero el tiempo apremiaba y no había tiempo para la reflexión.

La ciudad de Chachapoyas, que actualmente centraliza el turismo de las ruinas Chachapoya del valle de Uctubamba, quiso hacerse con los restos y llevárselos a la ciudad. Pero el pueblo de Leimebamba se unió y se enfrentó a las autoridades y cuerpos de la policía para evitar que se llevasen su emergente patrimonio. No fue fácil, pero lo consiguieron. El siguiente problema al que se tuvieron que enfrentar fue nada menos que encontrar un lugar para más de 200 momias sin techo. Durante tres años se guardaron en una casa de Leimebamba, garantizando las mejores condiciones de conservación.

En junio del año 2000 se inauguraba el Museo Leimebamba-Centro Comunal de Cultura y Desarrollo. El emplazamiento del museo, la arquitectura, la distribución de los espacios, la zona verde, los paneles informativos, etc. fueron cuidadosamente diseñados y pensados. El resultado es un museo excepcional, orgullo del pueblo de Leimebamba y con una inversión del gobierno peruano nula.

Hoy el museo lucha por no ahogarse, pues sus pocos visitantes cubren un porcentaje muy pequeño de los costes de mantenimiento. Leimebamba, su gente, su museo, sus innumerables ruinas de los alrededores (a parte de la Laguna de los Cóndores), son un auténtico reclamo turístico que está esperando ser descubierto por aquellos turistas que buscan algo más “auténtico”.

2009 La nueva amenaza:

Los pumas y osos que habitaban los alrededores de la laguna atacaban con éxito al ganado que se había introducido en sus dominios. Los ganaderos optaron por envenenarlos y poco a poco los depredadores dejaron de ser una amenaza. El cóndor, a su vez, fue comiendo los cadáveres envenenados y también pereció. Hoy, la laguna de los cóndores no tiene cóndores.

Una nueva amenaza se cierne sobre la laguna, sobre su fauna y sus bosques. La industria minera sabe muy bien que el hallazgo de restos arqueológicos puede generar un problema insalvable a la hora de explotar una zona. Los Chachapoya podrían hacer que la minería perdiese una importante área de explotación de oro, y por ello han solicitado la concesión de un área de 200.000 hectáreas, donde la laguna de los Cóndores queda completamente contenida. Sorprendentemente, el gobierno de Alan García ha dado luz verde a la empresa minera estadounidense Virgen del Carmen, lo que implica irreparablemente: la contaminación de lagunas, ríos y acuíferos, la deforestación y el cese de la actividad rural y turística del valle de Uctubamba.

La estrategia de las empresas extranjeras mineras es siempre la misma. Mandan a un equipo de ingenieros a la zona para realizar estudios muy caros del suelo. La comunidad, que por ley tiene el derecho de ser consultada ante una concesión de estas características, puede revocar en un referéndum local la decisión del gobierno central. Pero si la empresa ya ha realizado los estudios geológicos, por un malabarismo legal inexplicable, si la comunidad rechaza la concesión, esta tiene que sufragar el coste del estudio, lo que representa una deuda hacia la empresa enorme. Ello obliga a que la concesión siga su curso. Los ricos ganan y los habitantes de la zona son arrastrados a la pobreza y a la miseria, perdiendo no solo sus riquezas, sino su forma de vida. El sector minero se vende a las comunidades como una oportunidad para crear puestos de trabajo y riqueza en la zona. Pero la minería allí donde ha ido, ha dejado un panorama dramático: hambre, enfermedad, explotación, abuso y crimen.

La historia de la minería en Sudamérica es lamentable y muy bien conocida por toda la desgracia que ha acarreado a los locales. Este nuevo episodio de la minería pone en jaque a una nueva comunidad, que está unida y es consciente de los que se le viene encima. Una nueva batalla entre David y Goliat, donde David podría ganar, pero Goliat seguirá amenazando.

Aterrizaje Minero. Cultura, conflicto, negociaciones y lecciones para el desarrollo desde la minería de Áncash, Perú de Vladimir Gil, es una publicación del Instituto de Estudios Peruanos. El prólogo indica “cómo sería posible para la nueva minería evitar sólo extraer riqueza entre tanta pobreza, como se ha venido haciendo desde su inicio colonial.” Vladimir Gil recoge con lucidez la reflexión de un campesino que dice:

Estimado ingeniero, ¿podría explicarle a mi burro que esta agua turbia de mal olor está limpia?

Robiol.

F o T o S . . . PERÚ




CAJAMARCA diluida en agua.

Cajamarca fue la ciudad del encontronazo de dos culturas. En 1532, su plaza, fue testigo del inevitable choque entre dos culturas antagónicas condenadas a enfrentarse, representadas por sus dos “dioses”: Pizarro y Atahualpa. El dialogo entre ellos, breve y soberbio, acabó con la Biblia arrojada al suelo por el inca -que jamás había visto un libro- y esto fue razón suficiente para que el español invocase a los cañones, arcabuces y mosquetes, que acabaron con la vida de los más de 7.000 indios del séquito del indio y perfumaron con dinamita la traición, para posteriormente ordenar la prisión y muerte del incauto rey inca. Cajamarca fue desde entonces, y para siempre, la ciudad del declive y del ocaso de su reinado.

Hoy en día, no quedan apenas vestigios del reinado inca, pues poco tiempo después, el general indio huido Rumi Ñahui, volvió e incendió la ciudad como venganza por la muerte de su rey, y no fue hasta el s. XVII-XVIII que la ciudad se reconstruyó con el estilo colonial de castizas casonas castellanas y mudéjares de adobe blanco con grandes balconadas de madera.
Nuestra historia, en cambio, es muy diferente..! Al llegar a la ciudad, nos fuimos derechitos a desayunar un chocolate con sanduches de queso, y después tomamos un combi directo a los Baños del Inca. Los Baños actualmente, es un distrito cuyo impulso viene del Balneario de aguas termo-medicinales provenientes de 7 fuentes naturales de aguas subterráneas que afloran con una temperatura de 79-80°C. Mezclada convenientemente con agua fría mediante unos estanques humeantes antiquísimos, son una delicia. Hay unos compartimentos individuales muy místicos donde puedes relajarte y sumergirte en aguas calientes por unos 3 soles los 20 minutos (0,80cc de euro!). Es increíble saber que hace más de 500 años era uno de los descansos preferidos del rey inca Atahualpa.

Para acabar de pasar el día, nos acercamos con una combi a las Ventanillas de Otuzco, a 8km de la ciudad. Son unas pequeñas tumbas cuadradas horadadas en la roca del 1200 d.C. Y ya esta.

Al caer la tarde, Cajamarca se deshizo en agua. Esta vez, proveniente del cielo. Un tremendo aguacero que en pocos minutos, convirtió sus calles en improvisados ríos de agua gris. En el hostal pasamos nuestras últimas horas, secándonos por segunda vez, del agua de Cajamarca.

Rajol.

La Música del Viaje

Los autobuses siguen siendo nuestra fuente de música. En Laos hemos descubierto a un grupo Tainlandés que no sólo causa furor en el Sudeste Asiático, sino que también se ha hecho un hueco a nivel internacional. Se llaman Losociety, y aquí os dejamos un video que hemos encontrado de ellos:

Los campos de arroz, las casas de madera subidas sobre zancos, los puestecitos ambulantes, los búfalos, la ropa que visten los jóvenes... Todo en esta canción de karaoke, que no sabríamos decir a ciencia cierta cuál es la moraleja. Pero sin duda es Laos, la de estos días que corren...

En Camboya es muy típico cantar con karaoke en las largas horas de autobus. Tambien puedes practicar en los restaurantes, mientras te tomas una buena sopa de noodles.

..¡¡Solo tienes que seguir la letra!!




Entre montaña y montaña el autobús avanza por los Andes, y nos acompaña siempre la música a todo volumen, hora tras hora, incansables... Aquí os dejamos una pequeña muestra de lo que hemos experimentado durante horas de butaca y paisajes de vértigo...




F o T o S . . Rajol y Robiol . . .


F o T o S . . .



































































Conducir en Perú

Hemos entrado en Perú por La Balsa, nombre que adquirió el puesto fronterizo por la embarcación que lleva este nombre. Así, durante muchos años Perú y Ecuador estuvieron unidos por una cuerda que permitía arrastrar la embarcación. Ahora el Río Blanco se puede superar por un puente que se cruza a pie. Por aquí no pasan más de 50 personas al día, y el acceso por ambos lados es una pista de tierra de varias decenas de kilómetros, que lucha por no desaparecer bajo los movimientos de tierra que provocan las lluvias.

Estamos en Perú, en la parte norte de la cordillera. Ayer conseguimos llegar a Chachapoyas desde San Ignacio en lo que fue uno de los trayectos más surrealistas que hemos hecho hasta ahora. La carretera que une estas dos poblaciones está en obras y el tráfico solo circula a primera hora de la mañana, al medio día y en la última hora de la tarde, que fue cuando pasamos nosotros. Para hacer los últimos 150 km hasta Chachapoyas seguimos los consejos de los lugareños de Bagua Grande, y dejamos las combis y los autobuses para subirnos en un coche.

Salimos media hora antes de que abriesen el paso para colocarnos en la parrilla de salida, que se situaba a las afueras de la ciudad, donde ondeaban los letreros de los últimos restaurantes de carretera. Camiones, moto-taxis, combis, coches, autobuses, motos y bicicletas se apretaban cada vez más para conseguir el mejor lugar a lo largo de la carretera. Mientras tanto los huequecitos y pasillos que quedaban a lo largo de la hilera de vehículos eran recorridos por los vendedores ambulantes que ofrecían manís caramelizados, cocos pelados, helados, zumos, tapas de pollo y tamales. A las 6 en punto, con la luz tenue de la noche que estaba por llegar, un semáforo invisible dio la salida. Valía todo menos chocar para ponerse a la cabeza del grupo. Todo significaba, pisar a fondo el acelerador, invadir el carril contrario apartando el tráfico que venía de frente, cruzar por los espacios vacios de los restaurantes y hacer sonar la bocina cuanto más mejor. En pocos minutos se levantó una espesa nube de polvo que no abandonamos hasta conseguir encabezar la estampida que devoraba quilómetros de barro. El marcador de nuestro coche marcaba 0 kmh, pero os aseguro que no se podía ir más rápido. Pasábamos a milímetros de los vehículos que adelantábamos y nadie nos adelantó a nosotros. Piedras y gravilla rascaban constantemente el chasis del coche mientras nuestro conductor, con espaldas que le sobresalían del asiento, mantenía una animada conversación con el copiloto. Nosotros nos mirábamos atónitos e intentábamos esquivar con el cuello los obstáculos que se nos iban viniendo encima, e iban quedando atrás milagrosamente. Cuando se hizo de noche, la masa de tráfico había quedado muy atrás e íbamos prácticamente solos por la oscuridad. Los enormes camiones que venían de frente parecían orugas gigantes de metal que se contorsionaban para avanzar por la accidentada carretera en obras. Los faros de nuestro coche proyectaban sombras en los baches más grandes que superábamos a volantazo limpio fuera la que fuese nuestra velocidad. A ambos lados iban quedando trabajadores de la obra que centelleaban con sus reflectores. Pero nosotros íbamos a una velocidad que no daba para parar y recogerlos.

Después de mucho polvo, baches y derrapadas llegó el asfalto, con el silencio se nos destensó el corazón y dormimos el último tramo hasta Chachapoyas.

Robiol.

*** Y, cuanto menos, curioso ***

ZAMORA, VALLADOLID Y JAEN: Para llegar al Perú hemos de pasar por la provincia de Zamora, atravesar Valladolid y hacer parada obligada en Jaén. Pero olvidaros de las castizas capitales españolas conocidas, éstas más bien son pequeños pueblitos tropicales de casas humildes de adobe que sobreviven, como lindos oasis, en medio de un inexpugnable jardín botánico asfixiado por el Amazonas. Por sus calles de polvo corren las gallinas y ladran los perros. ¿Zamora con bananos y helechos gigantes invadiendo sus calles?, ¿Valladolid y Jaén con ríos de agua cayendo en cascada por las paredes escarpadas de las montañas?...

Hace más de 500 años alguien creó estas ciudades-colonia imponiéndoles un nombre ya inventado y una iglesia. Lo primero les privó de originalidad, lo segundo de libertad.

UNIDADES DE AUTODEFENSA- CENEPA-: En la Carretera Marginal de la Selva, tramo de pista de tierra obligado para llegar a Jaén, se suceden los desprendimientos de tierras en cada curva. Parece ser que no es el único peligro. A mitad de camino, unos soldados uniformados y armados con metralletas paran nuestro bus-colectivo y se identifican como combatientes contra el crimen, pidiéndonos dinero. Con la “ayudita” que les damos, ellos prometen enfrentarse a los delincuentes y defendernos de los asaltantes, definiéndose como Unidades de Autodefensa.

Es la primera vez que nos atracan con pistola insistiendo en que nos están defendiendo.

Rajol.

Cuenca -SHOCK-

Antecedentes: Después de vagar por idílicos valles salpicados de eucaliptus y borregos, visitar aldeas perdidas de cielos inmensos, dormir en cabañas frías y en pequeños hostales con chimenea, escuchar el cantar de los pajarillos, y almorzar sopa-pollo, pollo-sopa…

…Llegamos a la ciudad! Modernísima Cuenca, capital de la cultura, calles anchas y limpias donde abundan por igual catedrales y pubs, tráfico denso de taxis y buses, gentes con traje, corbata y rápido tacón, … Llegamos de noche, y a oscuras, el taxi nos vomitó ante la puerta de “El Cafecito”, un hostal muy céntrico. Sacamos nuestras mochilas y un enclenque ancianito nos acompañó hasta la entrada. Cuando abrió sus puertas, una estridente canción de Bob Marley nos dio la bienvenida, humo, ruido, gente abarrotaba el local, retorciéndose entre cigarrillos y pilseners. -¿”Esto” es el hostal?- preguntó Rubiol alzando la voz. – Sí, claro, pregunte usted por la habitación al final de la barra.- Nos contestaron. ¡Increíble!

Allá pasamos 2 días. Añorando nuestra Barcelona que parecía repetirse en cada esquina en forma de bar, discoteca, restaurante chic, etc.. No había otra cosa que hacer que corretear por sus adoquinadas calles, así que nos entró el virus consumista – controlado en cloroformo hasta ese día- y entramos en tiendas de ropa, súpers, exploramos mercados en busca de gangas (sin éxito), y hasta nos dimos el gran lujo de ir a un restaurante y probar el cuy (25$ por comer cobaya asada! mmm...)

Que rápido nos atrapó el consumismo. Sucumbimos…

(Ah, por cierto, no hay fotos de Cuenca. No queríamos dejar pruebas.)

Rajol.

El Ecuador paralizado por protestas.

El trayecto fue interrumpido sucesivas veces desde Salinas hasta Riobamba por numerosas barricadas de piedras y neumáticos incendiados que cruzaban las carreteras levantadas por varias asociaciones, la CONAIE* y la UNE** entre ellas, que están bloqueando el Ecuador, estos días, con huelgas y manifestaciones protestando contra las nuevas Leyes privatizadoras del Agua y la Educación.

La popular CONAIE, por ejemplo, está en contra de la privatización del agua a favor de empresas nacionales y/o transnacionales ya que la entienden como un líquido vital y un derecho que no se vende, sino que se defiende, para evitar un reparto no equitativo y facilitar el consumo a todos por igual, como ya se hace actualmente mediante las Juntas del Agua de sus comunidades. Los indígenas, dedicados casi en su totalidad a la agricultura y la ganadería, dependen de este bien para poder subsistir y no están de acuerdo que el sector privado la gestione, pues es un bien común y público. Para muchos se entendería que estas protestas de los indígenas son un freno al desarrollo o al progreso del país pero bajo su punto de vista, su deseo es mantener el sistema actual para no perder derechos y no tener que dar cuentas a facturas, quizás desorbitadas, tendidas por empresas privadas de capital incluso extranjero y que desconocen si garantizarán su mantenimiento, como hasta ahora, ellos sí lo han hecho durante siglos. Las comunidades indígenas ancestrales, que arañan esta tierra desde que existe, no se rinden nunca, y tendrán que alzar la voz unidas, para defender su Pachamama (madre tierra), y evitar los atropellos y trampas sucesivas que progresivamente irán viniendo en pro de una sociedad globalizada, capitalista y moderna.

Un ejemplo más de la pugna en el Ecuador de dos grandes bloques: la tradición indígena de estas tierras, y la sociedad moderna (importada desde USA y Europa) que friccionan entre sí en una resignada convivencia.

*CONAIE: Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador.

** UNE: Unión Nacional de Educadores.

Rajol.

Tramo de ferrocarril "La Nariz del Diablo" ... ¡a pie!

Partimos tristes de Salinas. Después de 4 días allá, se nos encogió un poquito el corazón, al alejarnos por la maltrecha carretera, dirección sur hacia Alausí.


Alausí es un pequeño pueblo, famoso por ser donde se inicia el tramo ferroviario de “la nariz del Diablo”, definido como un milagro de la ingeniería ferroviaria de la época ya que las vías y el vagón descienden en zigzag en 11km, más de 1.000 metros por grandes desniveles entre las montañas, para luego ascender a un pueblito llamado Sibambe, por un tramo igual de espectacular. Pues bien, toda aquella maravilla que estábamos dispuestos a descubrir, se evaporó en pocas horas ya que al llegar nos informaron los indígenas, en su paro, habían sepultado las vías con piedras y el recorrido no se podía hacer. ¡Qué decepción!, ¿habíamos llegado hasta allá para nada? A las pocas horas, mientras comíamos resignados (como no, pollo) se nos ocurrió una buena idea: hacer el tramo a pie, es decir, seguir las vías caminando!


Fue un bonito paseo, con alma de vagabundo, siguiendo con expectación la estela dejada por una vieja vía de tren casi enterrada, jugando y haciendo equilibrios de funambulista sobre sus raíles oxidados, y culebreando con su amparo por las empinadas y verdes colinas…





Rajol.