Adiós a Quito -qué bonito- …desde las alturas!

Después de un día de rastreo -sin aire- por las callejuelas del casco antiguo, qué mejor despedida que ver esta pequeña ciudad desde las alturas.
Enfilados en una pequeña cabina del teleférico plateado, ascendemos, balanceándonos por el fuerte viento, de los 2.800 a los 4.100m de altura. Desde la cima, vistas espectaculares de una capital que se ha extendido y desbordado como una colorida lengua de cemento y cristal por el valle de los volcanes. Sientes como la ciudad serpentea desde las alturas, burbujea, expectante a los suspiros de azufre y el latido rompiente del gran Pichincha, que domina poderosamente el valle y que lo abraza con sus cerros tapizados de verde terciopelo, como un gran gigante de dos cabezas, con sus dos cumbres: el RUCU, pico carbónico y roto por espejos de hielo, suspendido entre vientos, y el GUAGUA, boca todavía humeante de fuego, espantosa, gran horno que cuece tragedias.

Al día siguiente, otra nueva altura, la inacabada Basílica del Voto Nacional de curiosas gárgolas en forma de tortugas e iguanas, por la que trepamos por sus entrañas hasta el mismito campanario, para observar, al otro extremo de la ciudad, cómo la Virgen del Panecillo bendice la capital.

Rajol.

0 comentarios: