
Aunque es verdad que aun quedan dos meses, sentimos que no son tan largos porque el tiempo nos apremia con los preparativos. Hasta ahora, teníamos tanto tiempo por delante, que el viaje parecía un espejismo en el horizonte, una idea vaga creciendo entre las zarzas, un susurro familiar entre los zumbidos de nuestra ciudad. Pero ahora se nos han destaponado los oídos y podemos escuchar la brisa del día que se acerca. Y suena tan bien...
Robiol.
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