Matices de la luz eléctrica...

¡Qué bien volver a caminar! A pesar del sofocante calor, nos hemos animado de nuevo a hacer uno de esos trekkings por la jungla seca, y en el segundo día nuestros pies nos han llevado hasta la aldea de Yang, un lugar indeterminado del Parque Nacional de Dong Phu Vieng. Allí teníamos asignada una familia con la que pasaríamos la noche. Fuimos al río a sacudirnos el calor, y una vez de vuelta en la aldea, cruzamos el camino principal flanqueado por casitas de madera y paja. Subimos la escalera para salvar la altura del primer piso que guarece a estas casas de las inundaciones, y nos sentamos en el suelo de madera a esperar la cena. Por la ventana entraba la luz de una luna casi llena. Dentro, la oscuridad se apartaba con linternas. Comimos recolocando nuestros doloridos tobillos y rodillas sobre el suelo. El padre de familia salió de las sombras hasta nuestro haz de luz, se sentó delante de nosotros y se quedó absorto durante unos minutos.

Gracias a nuestro interprete-guía pudimos iniciar una conversación que empezó con el número de hijos. Aquel hombre sabía hacerse el interesante, dilatando los silencios con la onomatopeya de sus pensamientos. Tenía nada menos que 8 hijos, lo normal en las zonas rurales, donde todo son niños. Los nuestros aun estaban por llegar, y le explicamos que seguramente no tendríamos más de dos, porque en España, tener hijos es muy caro, implica un tiempo del que normalmente carecemos y no es tan fácil sobrevivir cómo aquí, donde todos tienen tierras. Le explicamos que en España, la población se concentraba en grandes núcleos urbanos, y que las viviendas se apiñaban verticalmente, una sobre otra, para aprovechar mejor el espacio, y compartir sin disputas el mismo pedazo de tierra. Para aquel hombre era difícil hacerse una idea de todo aquello, y en sus ojos se leía una mezcla entre admiración, locura y tristeza.

En la aldea de Yang está a punto de llegar la electricidad. Sólo faltan 200m de posters para finalizar la infraestructura y enhebrar el cable de cobre. El primer aparato que se comprará nuestro anfitrión para conectarse al suministro eléctrico es una bomba de agua. Luego quizá una nevera para conservar los alimentos. En ningún momento mencionó la televisión. Seguimos hablando de los menos de nuestro país, de las ironías del progreso y las trampas del bienestar. Los hijos se van de casa a los 30, no tenemos tierras que cultivar y nos apiñamos en bloques de cemento. Dependemos exclusivamente del dinero para podernos alimentar, porque tampoco tenemos animales. Estos se crían masivamente en granjas donde nacen exclusivamente para morir en nuestras cestas de la compra. Le propusimos intercambiarnos nuestras casas, pero aquel hombre declinó la oferta dilucidando que allí no sabría de que trabajar.

Al levantarnos por la mañana temprano, descubrimos encima de una mesa tres aparatos eléctricos, con los cables cortados. Había un fluorescente, un dvd-mp3 con la carcasa oxidada, y un televisor chiquitito. Luz, información y entretenimiento para estar conectados por un cordón de metal al mundo que hay detrás de los árboles.

Robiol.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Que tal viajeros
Se os ve muy bien,esta musica si que es bonita
Noemí que guapa estas con esos niños escribiendo